El déficit de cereales y de forraje para la ganadería, consecuencia de la sequía que afecta a las cosechas desde la campaña agrícola de 2010, amenaza a más de 8 millones de personas en Níger, donde las madres sufren más que nunca.

A primera vista Mintou Abdou, ama de casa y madre de cinco hijos, parece que hace tiempo que cumplió cincuenta años, pero en realidad apenas ha llegado a los 30.

Entregada en matrimonio por su familia cuando tenía 16 años a un hombre de cuarenta, Mintou mantiene en pie su casa, a sus cinco hijos, y a un sexto que está a las puertas. "Vivo sola con mis hijos esperando el regreso de mi marido con la próxima temporada de lluvias" asegura esta joven maliense de Tondikiwindi (Ualam), a 120 kilómetros al norte de Niamey, capital del país.

Asegura que subsiste gracias al poco dinero que "de tiempo en tiempo" le envía su esposo para comprar comida. "Pero no es nada fácil, sobre todo este año, que nuestro campo de mijo se ha malogrado debido al fin repentino de las lluvias en la pasada campaña agrícola", asegura esta mujer que vive en un país que ha sido descrito por la ONG Save the Children como el peor lugar del mundo para ser madre.

El marido de Mintou y otros muchos hombres de la localidad se han visto obligados a buscar el jornal en otros pueblos, empujados por la necesidad, el hambre y la malas cosechas. "Hace ya ocho meses que se ha ido y el último envío de dinero se remonta a enero. Mis reservas de comida se han agotado desde hace tiempo", dice Mintou que ni siquiera terminó la educación primaria.

Para alimentar a su familia alterna las labores del hogar con algunos trabajos fuera de casa. "Para dar de comer a mis hijos hago trabajos esporádicos, como moler el mijo de otras familias que todavía tienen reservas", explica esta joven maliense, que por su trabajo recibe un pago en especias que le permite "hacer gachas y alimentar a los niños".

El caso de Mintou se repite en muchos hogares de Tondikiwindi, donde los maridos han optado por el éxodo para buscar oportunidades en otros lugares, dejando el pueblo sin mano de obra y obligando a las mujeres a ocupar sus puestos, a mantener los hogares y a cuidar de los niños y los ancianos.

A la escasez que sufren muchos de los habitantes de esta localidad, se suma, entre otras cosas, la deficiente atención sanitaria, especialmente la maternal e infantil. El único centro médico de la localidad sufre carencias incluso de medicamentos genéricos.

El Dispositivo Nacional de Prevención y Gestión de Crisis Alimentarias advertía recientemente que la distribución gratuita de alimentos, la venta de cereales subvencionados o la creación de trabajos para ayudar a los 8,3 millones de nigerinos en situación de riesgo, estaba teniendo problemas por falta de recursos financieros. Este organismo asegura que con su plan se ha evitado la amplificación de la crisis alimentaria aunque no duda en advertir de que "lo peor está por venir".