Vitoria. Desde la quizá más conocida Rueda de la Fortuna del tarot a la Rota Fortunae de la Edad Media. El concepto y la representación de la naturaleza caprichosa del destino siempre ha acompañado al ser humano. Unas veces arriba, otras abajo. Aunque tras los acontecimientos vividos en Euskadi esta semana, quizá convendría más decir unas veces con unos, otras veces con otros, otras con ninguno. Porque la ruptura del Acuerdo de Bases escenificada el pasado lunes por Antonio Basagoiti certifica la configuración de un nuevo estado de cosas en la política vasca y en su escena electoral, más concretamente.

La ruptura de los, hasta el pasado lunes -o quizá sea más ajustado decir hasta el viernes 4-, socios preferentes ha completado una vuelta de la rueda. Vuelven de algún modo socialistas y populares al punto en el que estaban en la campaña de las autonómicas de 2009, cuando el entonces candidato Patxi López proclamaba que no gobernaría "con un PP antinacionalista y antisocialista". Irónicamente, toma un nuevo significado la aseveración que Antonio Basagoiti hizo tras cerrar el acuerdo con el PSE: "El PP pone y quita lehendakaris". Basagoiti presumía entonces, después de renunciar a las consejerías en las que había tasado el precio de su apoyo durante la campaña. A día de hoy, está por ver qué recorrido le queda a un Gobierno Vasco al que el PP promete plantar cara -cada día que pase sin elecciones puede ser un desgaste añadido heredado de los recortes de Moncloa- y con un PNV que, en el girar de la rueda, aparece como favorito y partido a batir por la ola generada por Bildu-Amaiur.

el 'pegamento' del pacto

La paradoja del fin de ETA

El impulso de la rueda en 2009, el leit motiv del famoso Acuerdo de Bases, era el del fin de ETA. Aquellos once folios eran tan restrictivos o flexibles como sus firmantes quisieran leer, pivotando sobre las medidas contra la crisis, el autogobierno, las políticas sectoriales y EiTB. Pero era la lucha contra el terrorismo y la búsqueda de la paz el auténtico pegamento de aquel pacto -y de PSE y PP- en ese momento. Un ejemplo de ello es que uno de los dirigentes socialistas que más momentos de tensión ha aportado a la relación entre ambos socios en estos tres años, su presidente, Jesús Eguiguren, fue precisamente quien impulsó la idea en las negociaciones posteriores a los comicios del 1 de marzo de que el PNV afrontara una catarsis en la oposición. Lo que no ha impedido a posteriori que llegara a pedir la ruptura con los populares.

Quizá porque ese empuje inicial de un Gobierno Vasco que se estrenó bajo la amenaza explícita de ETA y en el que el consejero de Interior prácticamente robó todo el protagonismo al lehendakari con una intensa campaña de tolerancia cero con simbología de ETA en el empeño de la deslegitimación social del terrorismo, el hecho de que la banda armada anunciara el pasado octubre el cese definitivo de la violencia supuso el elemento definitivo de desintegración del acuerdo entre socialistas y populares.

Y parte del análisis lo hizo el propio Eguiguren, instando a López con insistencia a ponerse al frente de un proceso de paz que se palpaba aunque eso le costara el divorcio con el PP, porque por ese liderazgo cimentó en buena medida el éxito socialista en 2009 y el PSE ha reconocido que esa dejación fue uno de los factores que le hundió en las urnas en las municipales y en las generales. De ahí el decálogo sobre el fin de ETA que presentó el lehendakari en el último Pleno de Política General, la evolución más arriesgada en política penitenciaria o la propuesta para crear una ponencia sobre paz y convivencia en el Parlamento Vasco.

el factor moncloa

Una influencia incómoda

Y aquí entra en juego otro elemento que ha marcado a fuego las relaciones entre PSE y PP vasco en estos tres años: el compás de La Moncloa. López llegó a Ajuria Enea no sin recelos de Ferraz -y del propio José Luis Rodríguez Zapatero, entonces presidente del Gobierno- sobre una operación que ponía en jaque su relación privilegiada y muy necesaria con el PNV. Una entente en Madrid que torpedeó en muchas ocasiones al Ejecutivo del PSE -el paradigma fue el culebrón del traspaso de las políticas activas de empleo-, al tiempo que le situó bajo el mismo paraguas de impopulares, erráticas y fallidas medidas para intentar paliar la crisis económica que emprendió Zapatero. Así las cosas, y paradójicamente, de algún modo la llegada de Mariano Rajoy en noviembre pasado a la presidencia del Gobierno liberó al Ejecutivo de Patxi López, porque no sólo desactivó el papel nuclear del PNV en la política estatal del PSOE, sino que le abrió el caminó para posicionarse frontalmente en contra de la política de recortes y austeridad desaforada del Gabinete Rajoy.

El escenario previo a las próximas autonómicas es el que acaba de hacer girar la rueda, para unos y otros. Y en esa vuelta el PP ha acabado situado en una posición sustancialmente distinta a la de partida: nadie hubiese imaginado en 2009 la hipótesis de acuerdos más o menos estables entre populares y jeltzales, pero la actual legislatura ha dado pie a ello.

Primero porque Antonio Basagoiti puso especial empeño en recomponer relaciones después de años de absoluta incomunicación; segundo, y más importante, porque sus políticas económicas y recetas contra la crisis presentan, con todas las discrepancias que puedan existir, más puntos en común.

La evidencia más clara la han dejado en el auténtico frente fiscal que las diputaciones de Bizkaia y Álava han constituido frente a la de Gipuzkoa y el Gobierno Vasco. El Pleno monográfico del próximo día 28, a iniciativa del PSE, en el Parlamento Vasco puede ser en este sentido muy interesante en cuanto a contenidos, pero también un auténtico primer asalto de precampaña.

Un compedio de elementos que han hecho que la chispa del estallido por los aires del Acuerdo de Bases haya sido la economía. En ese documento, el apartado relativo a "hacer frente a la crisis económica y crear empleo" apenas ocupaba un folio, se hacía referencia al traspaso de las políticas activas de empleo y un especial hincapié en redimensionar la Administración. También se planteaba una mesa multilateral sobre la crisis. Pero en cuanto a estrategias de fondo no había demasiadas concreciones. "Utilizar todas las capacidades derivadas del Concierto y los recursos disponibles para hacer frente a la crisis e impulsar el carácter emprendedor dela sociedad vasca" era el primer punto.

Precisamente en el apartado del autogobierno es donde el PP se ha vuelto a quedar solo pese al rotar de la rueda en esta legislatura. Se evidenció en la votación que en el Parlamento instó a recurrir ante el Constitucional los recortes de Madrid que invadieran competencias vascas. Un apartado en el que el Acuerdo de Bases si constriñó las aspiraciones expresadas por el PSE en campaña de tratar de abordar una "reforma estatutaria" desde el consenso. El texto se comprometía con "completar el desarrollo del Estatuto" y ahí se les adelantó a los socios preferentes el PNV en el tramo final de la última legislatura de Zapatero, pese al consenso logrado por las tres principales fuerzas en Euskadi en torno al blindaje del Concierto.

Los jeltzales, a falta de designar a su candidato, se enfrentan a la cita electoral remontando en el girar de la rueda, probablemente mejor situados que en 2009 para intentar eventuales pactos postelectorales y convertidos en el rival a batir por la más que probable presencia de Amaiur o la izquierda abertzale bajo las siglas que sean. Las circunstancias les permiten además hacer de la necesidad virtud y desvincularse de las decisiones sobre recortes de Madrid y Vitoria, un plus quizá de cara a una cita con las urnas que aún sin fecha, lo que es seguro es que será sustancialmente distinta a la que se vivió en 2009.