Vitoria. ¿Cómo han llegado a una situación como ésta, con la asociación bajo mínimos y dependiendo exclusivamente de los voluntarios?

Por agotamiento de recursos económicos. Con las cuotas de los socios no hay suficiente para pagar al personal fijo, entonces hemos estado prolongando la situación desde hace cuatro años y al final se ha agotado todo. Nuestro propósito ahora es trabajar con voluntarios y gente que quiera sumarse. Al ahorrarnos los sueldos, con la cuotas de los socios queremos mantener el local, aunque no podamos ofrecer el servicio de día de ocho horas. Además cada vez hay menos voluntarios. Hemos escrito una carta en la que pedimos voluntarios, e incluso nos dirigimos a las instituciones y a posibles mecenas.

¿Han contactado con las instituciones, si no para recuperar el convenio con el que funcionaron en la última década, para obtener alguna subvención extraordinaria?

Ha habido mucha lucha, yo participé en una comparecencia en las Juntas Generales, pero de eso hace ya tres o cuatro años. Este año ya hemos perdido la subvención también del Gobierno Vasco, que duró un año. Parece ser que el Teléfono de la Esperanza, creado por ciudadanos de Vitoria, no encaja en ningún paquete de servicios sociales. Hay teléfono de igualdad de género, de violencia, de niños y adolescentes, hay cantidad de servicios, pero desde otro punto de vista, el del Gobierno Vasco. Se está centralizando todo en Bilbao. El último que teníamos era el teléfono rural y de asistencia a ancianos, pero una empresa ha ganado el concurso en Bilbao y allí se ha quedado.

No es tanto una cuestión de que se discuta su utilidad, sino de que no hay un encaje competencial para sus servicios, un problema burocrático.

Ya no cabe ninguna solución, todavía no han salido ni las subvenciones a las que podemos acceder. Las del Gobierno Vasco sí han salido pero no nos corresponden. Hay dos cuestiones. Una parte técnica, hay personas que no creen en estos teléfonos, y luego el problema de que no hay dinero. Nosotros hemos tenido muchos apoyos en estos 33 años, de fundaciones privadas, que también han caído en la crisis, de inmobiliarias, un apoyo que también ha desaparecido, y después los más constantes siempre han sido los socios, pero es gente humilde y no pueden solucionar el ejercicio, basta con que podamos pagar con ellos el local, los impuestos, la calefacción, la línea telefónica, la luz y el agua, porque nosotros pagamos todos los impuestos. No obstante nuestra asociación es de utilidad pública y debería ser totalmente desgravable en impuestos.

Y medalla de plata de la Diputación foral de Álava.

Sí, pero eso no da dinero. Da prestigio, pero dinero no. Al ser de utilidad pública desde que llevaba dos años en marcha teníamos derecho a optar a todas las subvenciones, sin embargo, ahora están cambiando las leyes y no lo tienen en cuenta.

Es decir, que la crisis es lo que ha terminado por fulminar el Teléfono de la Esperanza. Sin embargo, en estos tiempos es cuando más necesario es su servicio.

Los teléfonos de la esperanza se inventaron en Inglaterra para prevenir el suicido, se extendieron por Europa, y en Norteamérica, en Chicago o Los Ángeles tenía el mismo fin, prevenir el suicidio. Tenían la ventaja de que no necesitaban técnicos, porque era una especie de voz amiga que escuchaba a la gente y la orientaba en la medida de lo posible. En crisis se dan más estos casos. Y hasta el mismo Monti, que nos critica a España por cuestiones económicas, el domingo en el Panteón de Roma tuvo una manifestación de empresarios y trabajadores porque han aumentado un 40% los suicidios en Italia a cuenta de la crisis. Ya no es solamente Grecia, donde también aumentó, sino también Italia. Prácticamente se considera que en Álava tenemos unos 300 suicidios al año, es la primera provincia del País Vasco en relación a población, y dentro del ranking español Álava está entre las siete primeras. El Hospital Santiago calcula que en esos 300 suicidios están también los intentos, pero de esas cosas hasta ahora no se ha hablado, y es difícil buscar las estadísticas.

Se ocultan muchas veces estos casos para evitar el fenómeno de contagio.

Puede haber fenómeno de contagio, pero actualmente se considera también que es una elección de vida, cambian mucho los principios éticos y de valores. Roma ha puesto servicios de asistencia psicológica ahora, nuevos. Nosotros podríamos tener más asistencia si tuviéramos dinero, pero el asunto es que ciertamente esto se quiera hacer. Yo no soy partidario de que venga un Gobierno y lo haga cuando es algo que ha salido del pueblo. Esto fue una iniciativa de alaveses, muchos se ha ido muriendo porque han pasado los años, y tenemos un déficit de voluntarios y socios. Ahora necesitaríamos gente joven para renovar los servicios, pero tampoco queremos voluntarios en paro, sino gente que trabaje y esté dispuesta a estar dos o cuatro semanales, u ocho horas al mes, o sea, una noche, más de eso no debería hacer un voluntario. Yo soy de la opinión de que tiene que haber muchos voluntarios.

¿Es sostenible ahora mismo esta asociación con ese déficit de voluntarios?

En Bilbao cometieron el error de liquidar la asociación, no solamente el servicio, nosotros no queremos cometer ese error, reduciremos las horas del servicio pero no liquidaremos la asociación para que luego no haya dificultades de volver a empezar. Ahora en Bilbao están tratando de ponerla en marcha y necesitan reclutar cincuenta voluntarios, en Vitoria no queremos dejarla morir, así que volveremos a los inicios, cuando sólo funcionábamos dos horas al día.

¿Tienen una estimación de cuántos voluntarios harían falta para mantener un servicio de calidad?

Si tenemos 24 horas durante 30 días necesitamos al menos 200 voluntarios para que la gente no se fatigue. Muchos se han dado de baja porque se plantean problemas muy fuertes, demasiado. Pero bueno, el problema es que haya entusiasmo, si lo hay y vienen socios sería mejor. Actualmente tenemos 240, que ya está bien, si les subimos un poco la cuota se podría contratar a una persona para ocho horas diarias, y el resto cubrirlo con voluntarios que trabajen.

¿Se forma de alguna manera a esos voluntarios?

Les damos cursillos de relaciones familiares, de intercambio de rol, para que sepan escuchar mejor, cursillos específicos de comunicación, de relajación. Son todos cursillos de ocho horas que se ofrecen siempre gratis.

¿La situación de precariedad económica del Teléfono de la Esperanza de Álava se da en otras comunidades o países?

No, en Italia han puesto ese nuevo teléfono que he comentado. Los que funcionan a través de Cáritas u órdenes religiosos funcionan porque siempre tienen personal. En España el asunto es que nosotros somos cuatro teléfonos independientes, Burgos, que también ha tenido momentos de crisis, Cataluña, San Sebastián y Vitoria, el de Bilbao desapareció. Los demás pertenecen a una orden, San Juan de Dios, y no tenemos contacto con ellos. Lo bonito del nuestro es que eran ciudadanos, como Barcelona, que funciona bien porque tiene muchos espónsores. Estos cuatro siempre hemos tenido mucho contacto, hacíamos reuniones conjuntas en las sedes comunes o en un punto neutro, en Logroño. Intercambiábamos cantidad de experiencias.

¿Han tratado de recurrir a la iniciativa privada de forma específica?

Vamos a escribir cartas a los ciudadanos en general en busca de socios y voluntarios de Vitoria Gasteiz y posibles mecenas, y propondremos aumentar la cuota, que es bajísima, quince euros al año. Hacen falta muchos socios para tener 4.000 o 5.000 euros anuales. Con 10.000 0 15.000 la asociación podría cubrir bien todos los gastos. Pero bueno, nosotros somos el Teléfono de la Esperanza, no vamos a perderla.