TEHERÁN. El exsecretario general de la ONU tendrá una misión difícil en Irán horas antes de que se cumpla el plazo para el cese completo de la violencia en Siria al que se han comprometido todas las partes, pero que hasta ahora no han cumplido ni el Gobierno ni la oposición armada.
Opositores sirios y varios países, entre ellos EE.UU., han acusado a Irán de apoyar con armas, personal militar y asesoramiento para la represión al régimen de Damasco del presidente Bachar al Asad, lo que convierte a Teherán en un punto esencial a la hora de influir en un eventual fin de la violencia en Siria.
Pese al compromiso de paz, Damasco, según varias fuentes, sólo ha trasladado sus tropas dentro de las ciudades y ayer sus soldados dispararon a través de las fronteras con Turquía y Líbano y mataron a varias personas, lo que ha llevado a los países vecinos y también al Consejo de Seguridad de la ONU a sugerir medidas nuevas.
Turquía, donde se calcula que ya hay unos 25.000 refugiados sirios y cada día llegan más, ha dado por "suspendido" el plan de paz de Annan y evalúa la situación en su frontera, ante eventuales medidas nuevas, entre las que podría estar una acción militar para establecer "zonas colchón" de refugio dentro de Siria.
La posición de Irán como aliado de Al Asad es inamovible, como dejó ayer de manifiesto el comandante de las Fuerzas de Tierra de los Guardianes de la Revolución iraní, general Mohamad Pakpur, quien elogió la larga resistencia del régimen de Damasco contra EE.UU., sus aliados e Israel.
Pakpur recalcó que "Siria es uno de los principales estados en la resistencia antisionista (antiisraelí)", algo fundamental para Irán, que no reconoce la existencia de Israel y respalda a los grupos palestinos (algunos asentados en Siria) y libaneses que luchan contra el régimen de Tel Aviv.
"El frente arrogante no conseguirá dañar a Siria", dijo Pakpur, en línea con la posición oficial iraní, que culpa a los países occidentales de la violencia por parte de grupos "terroristas" respaldados y armados por estadounidenses e israelíes.
Las autoridades iraníes consideran que cualquier plan para solucionar el problema de Siria tiene que contar con la aquiescencia del régimen de Damasco pues, en caso contrario, no lo apoyarán, ya que dañaría a Al Asad, cuya retirada del poder, exigida por los opositores y muchos países, no se plantean.
Diversas personalidades iraníes han criticado a países de la región, como Arabia Saudí y Turquía, por apoyar a la oposición que lucha para derrocar a Al Asad y les han acusado de trabajar para los intereses de Israel y EE.UU., los principales enemigos de Irán.
Alaedin Boruyerdi, jefe de la Comisión de Seguridad Nacional y Política Exterior del Parlamento iraní, atacó hace dos días a Turquía por albergar en Estambul la conferencia de los 83 países "Amigos de Siria" el 1 de abril, y dijo que fue un encuentro de los "enemigos de Siria", que reconocieron al opositor Consejo Nacional Sirio (CNS) como "representante de todos los sirios".
En estas circunstancias, esta misma noche se espera la llegada de Annan a Teherán, procedente de los campamentos de refugiados sirios en Turquía, y mañana tendrá que buscar la colaboración para la paz de este país, antes de una anunciada visita a Arabia Saudí, que propugna armar a la oposición para derrocar a Al Asad.
Annan ya ha visitado China y Rusia, dos países aliados de Al Asad que han impedido nuevas medidas contra su régimen en el Consejo de Seguridad de la ONU, y también Turquía, frontalmente opuesta al régimen de Damasco, y tendrá que hacer un encaje muy difícil si no quiere ver el fracaso total de su plan de paz.
Según la ONU, desde el inicio de las protestas en Siria hace poco más de un año, más de 9.000 personas han muerto, más de 200.000 están desplazadas dentro del país y 30.000 se han refugiado en el extranjero.