"Hombre imprescindible" para Rosa Díez. "Patriota" para Peces-Barba o José María Aznar; "gran patriota" según Esperanza Aguirre o José Antonio Segurado; "extraordinario" ídem, en opinión de Del Burgo. Imagínense qué diferente sonaría la elegía, aun conservando idénticos epítetos, si cambiásemos patriota por nacionalista. En fin. En esta carrera por la sublimación de Fraga, Álvarez-Cascos le ha calificado de "ejemplar servidor público" y Marcelino Oreja de "precursor" como ministro de Información; Rodrigo Rato da las gracias a don Manuel "por haber creído en los españoles para escribir nuestra propia historia". Ahí es nada. Ruiz Gallardón encuentra en la trayectoria del fallecido "infinita generosidad y lealtad a España sin límites" además de "compromiso" para "eliminar cualquier obstáculo que imposibilitara la concordia entre españoles". No se queda atrás el exportavoz del Gobierno Pío Cabanillas, que escribe solemne: "pronunciar el nombre de Manuel Fraga suena como un aldabonazo en la conciencia y en las convicciones de cualquiera". Un día antes el vicepresidente primero del Senado Juan José Lucas en El Mundo dibuja casi a un beato: "fue únicamente beligerante a favor de la paz, la concordia, el perdón y la reconciliación entre todos los españoles". Mientras, el presidente del Gobierno habla en su artículo de despedida de un "reformista" en el franquismo, de "españoles de bien", y de un "agradecimiento profundo" prácticamente unánime. También el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, tiene "la certeza" de la existencia de un agradecimiento a Fraga más que mayoritario. La Xunta, en su esquela "en nombre de todo el pueblo gallego" calificaba a don Manuel como "uno de los hijos más libres de nuestra tierra".
Más agradecimiento "Adiós al servidor del Estado", titulaba La Vanguardia. "Un gran español", según ABC. "Al final, el respeto y el afecto de todos los demócratas se han impuesto a las críticas - veces feroces- que tuvo que soportar", se lee en un editorial, uno de esos de confusión entre deseo y realidad. Hermann Tertsch, articulista de la casa, escribe que Fraga "siempre estuvo guiado por un profundo amor a España y los españoles".
En La Razón, apunte sin firmar, que habla de "tributo unánime" al político gallego, pero a renglón casi seguido viene la contradicción: "como es natural, tampoco faltaron las reacciones resentidas de una extrema izquierda". En páginas interiores, Manuel Milián Mestre hace una referencia a "esa España ingrata con sus mejores hijos", entre los que incluye a Fraga. En El País, en cambio, interesante visión de David Trueba: "representó el símbolo vivo de la contradictoria fabricación de la democracia española". De otro artículo de Antonio Elorza una frase: "nunca se arrepintió de aquello de que hubiera debido arrepentirse". En El Mundo un Arcadi Espada muy crítico le niega a Fraga la condición de demócrata y le califica de "político fracasado". "Fue un hombre a punto de ser algo. A punto de ser un intelectual y no sólo un memorión. A punto de ser un demócrata: intentándolo durante cuarenta años (...)". En este mismo rotativo visión totalmente contrapuesta de Salvador Sostres. Fiel a su estilo, además de señalar que fue Fraga "quien trajo la democracia a España", para más inri añade: " con su reformismo paciente y moderado, inteligente y cultivado". Toma castaña. ¿Autoritario don Manuel? Según escribe Horacio Vázquez-Rial en Libertad Digital, era un hombre "con autoridad", "habituado a que se le hiciera caso porque se lo había ganado". ¿Intolerante entonces? Según Enrique Beotas, que fue durante años su responsable de Comunicación, "tenía la tolerancia de un hombre de criterio". Que lo sepan.
"Obsesionado" con causa En el semanario Tiempo, el tema principal de la portada para Fraga. "Obsesión por el poder", se titula, pero en páginas interiores se nos aclara: "vivió obsesionado por conseguir el poder con la intención de que no se repitiese la Guerra Civil". Enterrado ya el político en Perbes, artículo de Santiago González en El Mundo, con una constatación de calado: "La derecha española que él diseñó, a la hora de su muerte tiene mayoría absoluta y en casi todas las comunidades autónomas". Otro fiel a su tomo y estilo, Jiménez Losantos, afirma que la izquierda sigue pendiente de "la democratización", y que "aún no ha encontrado su Fraga", acusándola de "70 años de golpismo -a lo bestia o a lo fino-".
Una mirada enjundiosa para una reflexión La de Francesc Marc-Álvaro en La Vanguardia, que se pregunta: ¿Qué debemos pensar, pues, de quien se resiste a calificar de dictadura el régimen de Franco? Y critica "la desfiguración" que algunos hacen de la biografía de Fraga. Al tiempo, hace una comparación con Carrillo. Ambos, escribe, "justificaron la conveniencia de unas u otras dictaduras y, después, fueron capaces de evolucionar, de renunciar a dogmas, y acabaron dando lecciones de democracia". Interesante. Tesis similar a la de Pilar Rahola en el mismo diario catalán, que ve en el abrazo entre Fraga y Carrillo, dos hombres "con episodios oscuros", "la metáfora de la transición". "A Fraga le niegan los intolerantes lo que tanto aplauden a Carrillo", escribe Ussía en La Razón. "Y Fraga no asesinó o mandó asesinar a nadie", continúa. ¿Un juez diría lo mismo?
"Estadista" y "caballero" "La desvergüenza nacional", según Carlos Dávila en La Gaceta: "hablar bien de los muertos, una vez que lo están". Dávila critica al PSOE, cómo no, y llega a calificar a Fraga de "dictador". "Nos ha costado mucho quererle y más que eso soportarlo", añade. No lo ve así Santiago Álvarez de Mon, profesor del IESE "El misterio de la muerte invita a una mirada realista, comprensiva y agradecida", escribe en Expansión. "No es tiempo para políticos que necesitan encuestas para saber lo que piensan, sino para estadistas a los que a la hora de decidir no les tiembla el pulso", remacha. Irónico, Ignacio Escolar apunta en Público: "Lo de hablar obligatoriamente bien de los difuntos lo sabía bien el propio Fraga, que al morir Franco dijo que era un gran hombre y uno de los mayores gobernantes de nuestra historia, pero lo hizo sólo por educación, que él en realidad era antifranquista".
En las antípodas de Escolar, este comentario sin firmar en el suplemento de ABC Alfa y Omega, editado por el Arzobispado de Madrid, para abrocharse los cinturones o agarrarse los tirantes, según prefieran: "don Manuel Fraga fue, ante todo y sobre todo, un caballero cristiano, un político católico comprometido, con todas sus consecuencias, que supo siempre poner su inmensa calidad humana al servicio del bien común". No queda ahí la plática, sino que deja para más adelante lo mejor: "El reconocimiento prácticamente unánime al español que prestigió a su patria, España, y a su patria chica, Galicia, debería avergonzar a quienes, en esta hora definitiva, se han permitido la descalificación y hasta el insulto, o desde una ignorancia culpable o desde un sectarismo fanático". Le dijo la sartén al cazo...