SE cumplió el guión y ETA, auque con décadas de retraso, ha acabado por hacer lo que tantas veces se le había pedido. No habrá sido nada fácil para el amanuense la redacción del comunicado de despedida, o de cierre de persiana en término más coloquial. ETA ha querido disfrazar de orgullo su resignación, recurriendo a los elementos épicos que han jalonado la historia de sus comparecencias: los encapuchados del kaiku, el homenaje a sus caídos -a los suyos, exclusivamente- y los goras finales de rigor. Con este canto del cisne, ETA ha cerrado su historia y la ciudadanía, pasadas las primeras horas de alivio y celebración, tiene que comenzar a acostumbrarse a vivir sin esa pesadilla y a reflexionar sobre lo que a cada cual le toca hacer en la nueva situación.

A las sociedades española y vasca les toca tomar una decisión muy concreta con fecha fija del 20 de noviembre. La sociedad española tiene que decidir algo tan delicado e importante como quién quiere que lidere la gestión de este tiempo nuevo en el Gobierno de España: Rajoy o Rubalcaba; PP o PSOE; la derecha o la socialdemocracia. La sociedad vasca tiene que decidir a quién otorga el liderazgo de la representación vasca en Madrid, una representación que, tal como parecen perfilarse las cosas, deberá dirimirse entre el PNV y Amaiur; la experiencia y la bisoñez; el realismo pragmático y el entusiasmo maximalista. Nada es irrelevante en estas elecciones, sino que se trata de decisiones trascendentales porque el 21 de noviembre comenzará la gestión de este nuevo ciclo según lo que haya dictado la mayoría de cada una de las dos sociedades. Ellas tienen la palabra para definir cuál será el tablero en que se juegue la política en el conjunto del Estado, hasta que los ciudadanos vascos vuelvan a optar en las autonómicas.

Lo que le va a tocar a la izquierda abertzale es un abanico de aportaciones. A corto plazo hay que pedirle una reflexión en clave de humildad. No pueden presentarse ante la sociedad como triunfadores y perdonando la vida. Tampoco debe engañar a su gente, porque esto es lo que es, el fracaso de una estrategia de cinco décadas y tres generaciones. Pueden tener la tentación de disimularlo con un aparatoso y generoso acompañamiento de celebridades internacionales. Han perdido y nos han hecho perder a todos mucho tiempo. Han sido un pesado lastre para este país. Han sufrido mucho y han hecho sufrir mucho, para nada. No les perjudicaría nada una reflexión en clave de humildad. Les haría un favor y de paso aliviaría un poco la tensión de este pueblo que tanto ha soportado. A la clase política le va a tocar asumir la nueva realidad desde una inmensa responsabilidad. Es la hora de la política y se acabaron las excusas. Les va a tocar gestionar el pasado, el presente y el futuro. Hoy están hablando de un triunfo de la democracia, pero nadie recuerda las décadas de fracaso colectivo. Alguna responsabilidad ha tenido la clase política en este desastre y de cara al futuro la sociedad tiene derecho a plantearles algunas exigencias: deben acordar una metodología democrática que comprometa a todas las fuerzas políticas en la gestión pacífica, democrática y ética de los conflictos que puedan surgir. Se acabó el pretexto del terrorismo para esquivar la solución de problemas históricos, para condicionar la participación política, para manipular la justicia y para rechazar las decisiones mayoritarias y democráticas.

También a la clase mediática le va a tocar la difícil tarea de desandar caminos impunemente transitados desde la manipulación y el alineamiento partidario. El analizador debe ser también analizado y el comentarista comentado. A la clase mediática, y en especial a los medios más poderosos, cabe exigirles una autocrítica por tantos años de información militante, teledirigida, intencionada, deliberadamente parcial. Desde el alivio de una Euskal Herria en paz, tenemos derecho a hacerles algunas preguntas para su reflexión: ¿Han contribuido a pacificar o a encrespar? ¿Han apoyado a las víctimas del terrorismo, o las han utilizado? ¿Han servido a la objetividad de la información, o se han sometido a intereses partidarios? Pasados los fastos de la celebración, aún emocionados por el estreno de una Euskal Herria en paz, es el momento de afrontar lo que le toca a cada cual.