En los últimos tres meses, 29.000 niños menores de cinco años han muerto en el Cuerno de África, según un cálculo hecho por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid), que ofreció la primera cifra a la dramática y escandalosa crisis alimentaria que vive la región. Además, otros dos millones de menores sufren desnutrición y la mitad corre riesgo de morir, según Naciones Unidas. La hambruna que están padeciendo más de 12 millones de personas en la región afecta especialmente a los más pequeños, muchos de ellos en una fase de desnutrición que se considera aguda. Esta se divide en dos patologías: el marasmo y Kwashiorkor.

El primer tipo se refleja en niños "completamente esqueléticos, sin ningún tipo de tejido muscular, que tienen cara de viejos", explica Amador Gómez, director técnico de Acción contra el Hambre. "Sin el tratamiento adecuado, estos niños acaban muriendo en 40 o 45 días", agrega. La segunda patología, Kwashiorkor, tiene una mayor probabilidad de muerte que el marasmo. "Aparentemente parecen niños obesos, pero realmente son niños que, por la alteración nutricional, presentan edemas, suelen presentar las piernas hinchadas, la cara también. Suelen tener el vientre distendido, el abdomen hinchado. Sin el tratamiento adecuado mueren en aproximadamente 40 días", explica el director técnico de Acción contra el Hambre.

"En este tipo de situaciones, el niño se siente castigado, no entiende por qué no le dan de comer, y esto acaba generando una dinámica de rechazo. De hecho, son niños que adoptan una postura fetal, y cuando les vas a tocar expresan un quejido de rechazo. Son niños que no lloran, que solo expresan gemidos continuos", resalta Gómez. Su tratamiento consta de tres ejes: médico, nutricional y psicosocial. En primer lugar, se trata al niño de las patologías asociadas, que pueden ser enfermedades como la malaria o cualquier otro tipo de enfermedad infecciosa. En segundo, se alimenta al niño con los conocidos como alimentos terapéuticos listos para su uso, generalmente una crema de cacahuete compuesta de nutrientes, hidratos de carbono, grasas, proteínas. "Al principio, el aporte de proteínas es bajo porque el hígado está afectado", explica Gómez.

En tercer lugar, se trata de estimular al niño desnutrido y buscar su vinculo con la madre, "porque, al igual que el niño entra en la dinámica de rechazo, en la madre también se genera una dinámica de impotencia". En el futuro, estos menores son más propensos a padecer enfermedades y pueden tener un retraso intelectual. "Son niños que no van a alcanzar su potencial de crecimiento, luego, cuando sean adultos van a ser menos competitivos, van a rendir menos en la escuela, dicho de otra forma, los desnutridos de hoy van a ser los pobres de mañana", concluye Gómez. M.M.