El 13 de agosto de 1961 comenzó la división social forzosa más avergonzante tras la segunda Guerra Mundial en Europa. El mundo se había separado en dos bloques, bajo sistemas económicos opuestos, uno, el capitalista, comandado por los EEUU, otro, el comunista, bajo el yugo de la ya extinta URSS. Como había dicho el premier británico y nobel de literatura Winston Churchill al acabar la Segunda Guerra Mundial, "desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente una cortina de hierro". El mundo se había dividido en dos, y Berlín, separada en cuatro sectores, tres unificados y aliados, el británico, estadounidense y francés, y otro soviético, también se iba a separar en dos. Aquel 13 de agosto de 1961, agentes de Policía de la RDA armados, inician de madrugada la construcción del Muro de Berlín, levantando barricadas de alambre de espino y rompiendo el pavimento de las calles fronterizas entre lo que desde 1945, había sido el sector oriental y occidental de la capital de la RDA.
Durante años, el éxodo masivo del sector soviético al aliado, se habla de 200.000 personas sólo en 1960, más prospero y con más proyección de empleo, había dado más de un quebradero de cabeza a los dirigentes de la Alemania Democrática. La solución: la creación de dos mundos, enfrentados, y lamentablemente, antagónicos, con la división obligada de la ciudad mediante un muro.
Tan sólo once días después, el intento de huida de un joven berlinés, Rudolf Urban, le costaba la vida al tratar de cruzar el muro que se estaba construyendo en dirección al sector oeste. Era el primero de 136 víctimas confirmadas.
Hoy, 50 años después del inicio de su construcción, y tras 22 años sin él, un muro invisible sigue dividiendo a los berlineses en ciertos aspectos sociológicos y económicos, más que estrictamente políticos. Si bien las diferencias se van reduciendo con el paso del tiempo, muchas de ellas aun perduran en el día a día de la ciudad.
descomunal logística La construcción del Muro de Berlín implicó una descomunal logística que no pasó desapercibida al espionaje occidental, como evidencian las 5.000 actas desclasificadas ahora, coincidiendo con el 50º aniversario.
Que la República Democrática Alemana (RDA) pretendía "asegurar" la frontera interalemana era sabido, como lo era que la hasta entonces frágil división entre los sectores occidental y oriental de Berlín era el principal coladero para huir a la Alemania libre.
En las afueras de Berlín se almacenaban kilómetros de alambradas fabricadas a ritmo vertiginoso, toneladas de bloques de hormigón, ladrillos y cemento, como documenta el reportaje de la cadena pública ARD, Asunto secreto: el Muro, emitido estos días.
Miles de efectivos de las fuerzas de seguridad de la RDA llevaban semanas entrenándose para un operativo que arrancó a la una de la mañana del 13 de agosto de 1961.
En cuestión de horas debía "asegurarse" lo que luego sería el trazado del muro, especialmente los 43 kilómetros que atravesarían la ciudad, del total de 155 que tuvo la llamada Franja de la Muerte.
Lo que empezó esa noche con el tendido de alambradas cruzando la ciudad se reforzó luego con bloques de hormigón, ladrillos y cemento aplicados por operarios custodiados por miles de soldados de la RDA.
La población berlinesa despertó ese domingo horrorizada e indefensa, mientras las tres potencias aliadas que tutelaban el sector occidental -EEUU, Reino Unido y Francia- dejaban hacer.
Mejor un muro que una guerra, fue la consigna de John F. Kennedy. Dieciséis años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, nadie quería arriesgarse a una nueva confrontación armada.
La RDA reforzó en los meses posteriores su inicialmente frágil construcción hasta convertirla en prácticamente infranqueable y la bautizó con el eufemismo de "Muro de Protección Antifascista".
actos de conmemoración Durante toda la semana se han producido decenas de actos con exposiciones, debates y homenajes a las 136 personas que perecieron tratando de cruzar el muro.
La conmemoración del inicio de la construcción del muro ha sido enfocado por sus organizadores como un acto reflexivo e histórico más que como un acto festivo, como fue el 20º aniversario de su caída hace dos años, en 2009.
El alcalde de Berlín, el socialdemócrata Klaus Wowereit, inauguró el lunes un monumento en recuerdo a las víctimas del Muro en Teltow, localidad próxima a Berlín y un punto en el que al menos 20 fugitivos de la República Democrática Alemana (RDA) fueron abatidos. El alcalde explicó que el Gobierno de la ciudad ha querido no sólo recordar la fecha, sino también explicar a las nuevas generaciones el significado del Muro y de la lucha por la democracia. Otro de los planes del Ayuntamiento es el de restaurar los poco más de 3 kilómetros de los 155 que componían la extensión del muro debido a su precario estado de conservación en algunos de sus tramos.
El jueves por la noche, hubo una larga velada en la Iglesia de la Reconciliación en Mitte, donde se leyeron las biografías de las personas que perdieron la vida en el intento de cruzar la barrera entre el este y el oeste.
Las celebraciones tendrán su momento más álgido hoy sábado 13 de agosto, día del aniversario, con una ceremonia de conmemoración en la calle Bernauer Strasse, en la que participan la canciller federal, Angela Merkel, y el presidente, Christian Wulff.
Asimismo, hasta finales de agosto una serie de documentales y fotos en blanco y negro estarán en exhibición en varios lugares de la capital alemana. El comienzo de varios documentales cita al por el entonces líder de Alemania Oriental, Walter Ulbricht, en una conferencia de prensa internacional el 15 de junio de 1961 (dos meses antes de la construcción del muro) en la que expresó una frase que millones de alemanes jamás olvidarán: "Nadie tiene intención de construir un muro. " El 50ºaniversario del Muro de Berlín también está siendo homenajeado por la Fundación Federal Alemana para la evaluación histórica, que junto con los periódicos Bild y Die Welt presentan El Muro de Berlín, una frontera que atraviesa Alemania en el memorial Hohenschönhausen. La exposición cuenta con 20 fotografías de gran formato, fotos impresionantes y documentos extraídos de los archivos de los dos periódicos que describen la vida cotidiana dentro y fuera de Alemania del Este, la actitud de los aliados en la construcción del muro, la revolución pacífica en 1989 y, finalmente, los ensayos de los guardias de la frontera con Alemania del Este que había disparado contra personas que huían hacia el oeste.
presente y futuro en berlín A día de hoy los berlineses circulan libremente por cualquier punto de la geografía de su ciudad, si bien, las diferencias entre los ossis y wessis siguen notándose en ciertos aspectos de la vida cotidiana. Despectivamente suelen llamarse unos a otros de ese modo para marcar verbalmente la procedencia de su conciudadano. Muchos berlineses que vivían en el sector oeste, consideran a sus vecinos ciudadanos de segunda clase, alusión que muchos habitantes de la comunidad turca en Berlín sufren.
Los barrios del este siguen encabezando las cotas más altas del paro de toda la urbe. Sólo los nacidos en los años 80 y posteriores años, se desmarcan de esas diferencias y consideran que el muro ya sólo es parte del pasado. Para las nuevas generaciones, la división del país ya no es un tema de preocupación y no se plantean su historia como un problema de actualidad social.
Solamente hace falta darse una vuelta por la mítica zona de Alexanderplatz para darse cuenta que tras 22 años de reunificación, las inversiones realizadas en la parte oriental de Berlín van desarrollando económicamente la zona. Las desigualdades económicas son más patentes a nivel global en lo que era el conjunto de la RDA, donde ahí sí, las diferencias de desarrollo con la parte geográfica que pertenecía a la antigua RFA, es más considerable.
Sin embargo, los berlineses consideran que aunque las diferencias se notan menos, el Este sigue siendo un lugar más genuino y alternativo además de ser más barato, y consideran que el oeste es más comercial y está más enfocado al turismo, por lo que tiene más vida.
Aun así, tras la unificación, los alemanes occidentales comenzaron una lenta asimilación de sus hermanos excomunistas, con un coste aproximado de 6.275 millones de euros mensuales y así durante veinte años.
A día de hoy, la asimilación-compra, prácticamente ha terminado y las diferencias de derecho entre los ciudadanos de ambas partes han desaparecido.
En los últimos años la ciudad se está transformando casi por completo con la construcción de grandes avenidas jalonadas de edificios vanguardistas, obra de los mejores arquitectos del mundo.
Berlín se está preparando, si no lo es ya, para ser la capital más importante de Europa, moderna, abierta, con una población joven, culta y tolerante, y todo ello gracias al proyecto de unificación que comenzó la nueva generación alemana en 1989.