Oslo. La conmoción y el desconcierto se apoderaron ayer de Noruega tras desvelarse que el presunto autor del doble atentado de Oslo y Utoya, con una saldo provisional de 92 muertos, es un "fundamentalista cristiano", "islamófobo" y "ultraderechista". Así caracterizaron ayer las fuerzas de seguridad al único detenido hasta el momento en relación con los ataques, un noruego de 32 años identificado como Anders Behring Breivik y que se entregó a la policía sin oponer resistencia tras perpetrar una brutal masacre en Utoya. Antes, durante hora y media, Breivik convirtió en un infierno el campamento de verano al que asistían 560 jóvenes de entre 13 y 30 años vinculados al Partido Laborista.

Estos vivieron el viernes la peor de sus pesadillas, un auténtico horror difícil de superar. Breivik llegó a la isla, ubicada a 40 kilómetros de Oslo, sobre las 17.30 horas vestido de Policía y, según los testigos, mandó congregar a los cientos de jóvenes que acampaban allí con la excusa de revisar la seguridad del campamento. Según la periodista Marie Melgaard, del diario noruego DagBladet, "el asesino, vestido de oficial de policía, organizó un encuentro sobre el ataque en Oslo. Casi todos los presentes, excepto los que estaban en las duchas o en las tiendas de campaña, se congregaron a su alrededor para que les contara lo sucedido. 'Reuníos, que os voy a contar lo que ha sucedido', dijo. Cuando se acercaron a él, empezó a disparar".

Sacó dos armas y comenzó el caos. Disparó metódicamente contra la multitud provocando escenas dantescas con persecuciones histéricas por el bosque y jóvenes tratando de huir a nado o alcanzar botes neumáticos en las aguas del fiordo. "Debéis morir, debéis morir todos", decía el hombre, que se mostraba "tranquilo, seguro de lo que hacía". El agresor campó a sus anchas por la isla de Utoya durante noventa minutos sembrando el terror, hasta que llegó la policía en helicópteros y lanchas a las 19.00 horas.

Huida desesperada Durante esa hora y media de pesadilla, decenas de jóvenes, presos del pánico, trataron de huir escondiéndose tras los arbustos o subiendo a los árboles, y la mayoría corrió hacia agua, pero Brevik les siguió a todos los rincones de la isla. "Caminaba tranquilo, sin correr", señalan los testigos. Muchos trataron de nadar el medio kilómetro de distancia que separa la isla de la costa noruega, pero algunos murieron por los disparos de Breivik o ahogados. Los supervivientes aseguran que disparaba dos veces para asegurarse de que morían; en otras ocasiones remataba su faena cuando el joven estaba malherido en el suelo.

Ander Behring Breivik mostró en todo momento una frialdad absoluta. Según las hipótesis que baraja la policía, el arrestado hizo estallar un potente coche bomba en el barrio gubernamental, que mató al menos a siete personas, y marcho de inmediato en coche a la isla, donde se adentró en el campamento de las juventudes socialdemócratas y abatió con dos armas, entre ellas un rifle automático, a al menos 85 personas, en su mayoría adolescentes. La policía apuntó, en cambio, que la cifra final de fallecidos va a incrementarse, ya que aún hay cuerpos sin vida en los edificios destrozados por la explosión en Oslo que todavía no se han podido recuperar, y que sigue habiendo al menos cuatro personas desaparecidas en la isla de Utoya.

¿Algún cómplice? Lo que por el momento es una incógnita, pese a que la policía ha interrogado durante toda la jornada al arrestado es si actuó solo, "formaba parte de una red mayor" o contaba con algún cómplice. "No estamos seguros de que se trate solamente de una persona. Según los testimonios de algunos testigos, pensamos que podría haber más de un tirador", explicó un portavoz de la policía, que va a recurrir al análisis balístico para comprobar cuántas armas se emplearon. Asimismo, el portavoz reconoció que los investigadores no saben nada, por el momento, "de los motivos", ya que la comunicación con el arrestado es "difícil". Pero un vídeo que comenzó a circular anoche puede dar más pistas sobre el pensamiento de Breivik. Al parecer, el presunto agresor colgó el mismo día de los ataques un vídeo en Youtube en el que describe la masacre que va a realizar. Durante 12 minutos de manifiesto, en los que aparece con un rifle automático, se compara con los caballeros templarios y anima a sus seguidores a participar en una guerra contra el marxismo y el islam. Algunos medios especulaban ayer con la posibilidad de el arrestado llevara meses o años planeando este doble atentado. En este sentido destaca la información de que el presunto agresor comprara en mayo seis toneladas de abono químico sin levantar sospechas, y que se hubiese retirado a una casa de campo.

Testimonios de horror Los supervivientes de la tragedia en Utoya narran escenas dantescas. "Yo y otros dos nos quedamos tumbados boca abajo y sobrevivimos por los cuerpos que pudimos ponernos encima y fingir que estábamos muertos", cuenta Adrian Pracon, de 21 años. "Podía sentir su respiración; podía oír sus botas", agrega. Un caso similar al de Thorbjorn Vereide, escondido con un grupo de 30 personas cuando llegó el asesino. Solo sobrevivieron cinco. "Parecía muy concentrado. La gente estaba tirada en el suelo y él les disparaba por la espalda. Disparó a todos dos veces para asegurarse de que morían", apuntó el joven al diario DagBladet. Vereide logró refugiarse en una cavidad a la que se accedía desde el mar. "Nos decía a gritos que el peligro había pasado y que saliéramos para que un barco nos rescatara", relata.

La matanza de Utoya ocurrió dos horas después de la explosión en Oslo, cuando en los medios noruegos se sucedían las imágenes de escenas de caos en la capital, con personas tiradas en las aceras y ciudadanos ensangrentados entre ambulancias y equipos sanitarios. Pero si, inicialmente, toda la atención se centro en Oslo, a medida que avanzaban las horas se trasladó a la isla, donde finalmente se confirmó la matanza de dimensiones catastróficas que ha sacudido a toda Noruega.

La capital continuaba ayer en estado de shock, llorando a sus víctimas y esperando nuevas tragedias del interior de los edificios destruidos. Desde la capital, el primer ministro, Jens Stoltenberg, consideró esta tragedia como "la mayor desde la Segunda Guerra Mundial". Después se trasladó a Utoya, donde él también pasó numerosos veranos en el campamento laborista. "Un lugar que fue un paraíso de juventud, ahora transformado en un infierno", apuntó Stoltenberg.