LA acumulación de fuerzas soberanistas que configuran la coalición Bildu se concreta en tres cuotas bien diferenciadas: EA aporta su experiencia en gestión institucional y su previa trayectoria democrática fuera de toda duda; Alternatiba, en su modestia, aporta la oportuna nota de transversalidad, los independientes, por último, aportan nada menos que la representación social de la izquierda abertzale histórica, pero en los parámetros marcados por el proyecto que derivó en Sortu. Tres aportaciones valiosas pero desiguales en su peso específico, porque en la coalición es evidente el liderazgo real de la izquierda abertzale actualmente en la modalidad de los independientes y en el próximo futuro por la incorporación de Sortu tras su previsible legalización.
Sería ingenuo dudar de que el control y la gestión del impresionante éxito electoral de Bildu vaya a quedar en manos de la nueva izquierda abertzale estructurada en Sortu y sometida a su estrategia. En consecuencia, va a ser clave la gestión de los tiempos por parte de la izquierda abertzale, que con toda probabilidad haya elaborado ya una especie de "calendario de explotación electoral" del proceso de cese definitivo de la violencia y de la consiguiente desaparición definitiva de ETA.
La reformada izquierda abertzale se dispone a esperar en los próximos meses la sentencia del Tribunal Constitucional, que sin duda legalizará a Sortu pero no a corto plazo, porque a los jueces que legalizaron a Bildu todavía no se les ha pasado el susto de los furibundos ataques que les dedicaron la derecha y sus apéndices mediáticos.
Mientras los jueces del Constitucional recuperan el ánimo y legalizan a Sortu para concurrir a las elecciones generales de 2012, es más que probable que ETA haga una importante declaración como un paso más hacia el cese definitivo de su actividad armada. Esta circunstancia situaría a Sortu -o, en su defecto, a Bildu si la legalización aún no llegara- en buena posición para lograr un excelente resultado en esas elecciones generales.
Con una más que relevante presencia institucional en la CAV y Navarra, además de una previsible irrupción en las Cortes españolas -si es que deciden ocupar sus escaños- la izquierda abertzale entraría en magnífica posición en el proceso para las elecciones autonómicas de 2013. En su provechosa gestión del alto el fuego, ETA podría anunciar el cese definitivo en el inmediato horizonte de unos comicios indudablemente polarizados. Esta circunstancia, tan esperada por la sociedad vasca, contribuiría de manera decisiva al éxito de la coalición Bildu, en la que para entonces podría estar integrada Sortu. Un éxito que podría suponer el inicio de la hegemonía en el nacionalismo vasco.
Es absolutamente lógico que la izquierda abertzale pretenda sacar provecho electoral gestionando la nueva situación resultante del alto el fuego y que ese beneficio incluso sea considerado de puertas adentro como la aportación de ETA al proceso. Pero seria una grave miopía apostarlo todo a este análisis de aprovechamiento electoral, porque quedan al aire dos factores no controlados. Por una parte, las consecuencias que pudieran derivarse para este proceso si se produjera un cambio de Gobierno en Madrid y la derecha extrema se hiciera con el poder. Por otra, todas las derivadas que pudieran surgir de la situación de los presos y de las actitudes de los sectores más radicalizados que aún persisten en el mundo de la izquierda abertzale histórica. Cumplida la euforia del éxito tienen, por tanto, que darse prisa para no reducir el cese definitivo de la violencia a la pura especulación electoral. Deben poner el máximo empeño en dar pasos irreversibles que apuntalen su proceso, de forma que un eventual cambio de Gobierno en Madrid no pueda invalidarlos.
En ese sentido, una exigencia de Bildu a ETA, ahora, para su disolución a plazo fijo consolidaría una situación de solución pacífica del conflicto previa al previsible cambio de Gobierno español.
Igualmente, si antes de que la derecha extrema se haga con el poder las organizaciones de referencia relacionadas con la situación de los presos políticos vascos dieran su apoyo a un desmarque masivo de la violencia por parte de ese colectivo, se derivaría de ello el acceso generalizado a una nueva situación que ahora tienen vetada y que un nuevo Gobierno español tendría gran dificultad para desbaratarla. Y, de paso, se resolvería una contradicción interna imposible de mantener durante largo tiempo.
La izquierda abertzale tiene, por tanto, que dar los pasos ahora y no le conviene autocomplacerse en su éxito electoral reciente y en la gestión para nuevos éxitos en los próximos comicios. Sería pan para hoy y hambre para mañana.