vitoria. Hoy en día las segundas oportunidades se venden caras y cuando se han quemado segundas, terceras e incluso cuartas, mucha gente ve muy complicado hacer un esfuerzo más para que le den otra, intentar ser la persona que un día fue y dejar atrás todo aquello que le ha dejado a uno al borde del abismo. Precisamente por ello, la asociación Bizitza Berria nació en 2007 con la intención de ser la mano a la que este grupo en riesgo de exclusión pudiera agarrarse. Un colectivo dispuesto a recordar a la sociedad que, aunque lo parezca, no todo está perdido en estos casos y que, con paciencia y seguimiento, en muchas ocasiones se logran grandes éxitos.

Así las cosas, en estos años, el grupo se ha convertido en un referente a nivel de Euskadi por la capacidad que ha demostrado para lograr establecer los recursos necesarios para completar un proceso de rehabilitación de los afectados de forma integral. Y es que, desde Bizitza Berria se atiende fundamentalmente a aquellas personas que presentan problemas de adicciones o viven en la calle.

Un trabajo duro que ha llevado a rehabilitar a 45 ciudadanos en los últimos tres años. Todo un éxito si se tiene en cuenta que este tipo de procesos es lento, ya que implica una larga serie de etapas y un seguimiento estricto, cercano y controlado. Y para lograr recorrerlo, una decena de profesionales que no cejan en el empeño de que salgan adelante y que emplean todos los recursos a su alcance para conseguirlo.

El proceso comienza a pie de calle. Es allí donde sólo el año pasado se atendió a 82 personas con las que se realizaron 967 intervenciones. Un grupo más o menos habitual al que se intenta animar para que se conciencie y se anime a salir de la situación en la que se encuentra. Porque desde Bizitza Berria no se obliga a nadie a participar en las actividades o ingresar en el hogar con que cuenta la asociación, sino que se pide un compromiso serio y una iniciativa del propio afectado para comenzar el proceso de rehabilitación.

Este grupo habitual de sin techo busca, además, su particular casa siempre en el mismo sitio. Así, por lo menos, se ve en el hecho de que casi la mitad de las intervenciones de la trabajadora social de este programa de calle se realizaron en la plaza Santa Bárbara, la calle Pío XII, la plaza de los Desamparados o Angulema y la calle Galicia. Un colectivo en el que, además, destaca la presencia masculina de forma mayoritaria, ya que nueve de cada diez atendidos fueron varones.

Sin embargo, no todos ellos se mostraron dispuestos a adoptar un cambio de vida y sólo algunos decidieron dar el paso de acudir al centro de día Ehunate para recibir una ayuda más personalizada con talleres de formación siguiendo tratamientos personalizados. Precisamente este recurso nacido en julio de 2009 se consolidó el año pasado con la llegada de 123 usuarios recibidos no sólo desde el recurso educativo de proximidad, sino también de otros servicios como asociaciones o el Aterpe. Entre los asistentes fundamentalmente personas sin techo (54%), con problemas de adicción (18%), desempleados (15%) o en una situación documental irregular (13%). Dentro del perfil de estas personas, cabe destacar que la mayoría de ellas son hombres magrebíes o nacionales y que, durante 2010, se recibió a gente muy joven, ya que el 37% eran menores de 30 años.

Talleres En el centro Ehunate, los usuarios se dedicaron a participar en talleres de habilidades sociales, búsqueda de empleo, entrenamiento intelectual, autocontrol y manualidades. Unas actividades en las que continuaron tomando parte los que quisieron dar un paso más y formar parte del hogar Betoño. Precisamente este centro recibe hasta veinte personas que se encuentran en el mayor grado de exclusión social.

No todo el mundo es considerado apto para optar a este recurso, ya que debe existir una motivación firme por parte del aspirante y un compromiso al abandono de conductas y hábitos asumidos durante años. A lo largo del pasado ejercicio, el hogar acogió a 65 residentes que, en la mitad de los casos, oscilaban entre los 42 y los 53 años. Se percibió, además, un cambio de tendencia al recibir una mayoría de usuarios nacionales en comparación con el año anterior, lo que ha hecho disminuir los casos de desarraigo social provocados por la lejanía de los países de origen.

Y los resultados fueron bastante positivos si se tiene en cuenta la evolución conseguida. De hecho, 16 personas accedieron a una vivienda normalizada, en la mayoría de los casos de alquiler, y otras cinco consiguieron un hueco en el programa habitacional de emancipación que se puso en marcha el pasado año destinado a los usuarios en los momentos finales del proceso terapéutico y educativo. Un total de 21 personas que se consideran recuperadas e integradas en la sociedad y a las que se les sigue haciendo un seguimiento. Claro que las noticias no siempre fueron buenas. Y es que el 23% de los usuarios no pudo cumplir con los requisitos necesarios para seguir en el hogar y abandonó o se le hizo salir del recinto por no cumplir con las normas.