Laguardia. Un grupo de temporeros procedentes de Portugal lleva varios días instalados apenas a 200 metros del límite entre Álava y La Rioja, frente a Lapuebla de Labarca. Desde allí parten todas las mañanas hacia los confines de la Cuadrilla de Rioja Alavesa para trabajar en la espergura, que es la técnica para la limpieza de las cepas que consiste en la separación a mano de los brotes que surgen en el tronco. Al parecer, los nómadas y sus campos oscilan de ubicación entre Álava y La Rioja para evitar la actuación de la Ertzaintza.
El lugar elegido para el campamento es un discreto parque, con zona de aparcamiento. Allí se han llegado a contabilizar hasta siete furgonetas idénticas, algunas de ellas con niños en edad escolar. Los vehículos están equipados con un conjunto de camastros y con cocina interior, aunque al final, sus residentes, suelen cocinar al aire libre. Los que logran contactar con agricultores locales parten temprano y realizan las tareas dejando a una persona, un encargado, vigilando para avisar de la eventual presencia de la Ertzaintza o de inspectores de Trabajo. Quienes no logran contactar con propietarios de viñas pasan el día en el improvisado campamento con las puertas de los vehículos cerradas para que no se aprecien que son en realidad autocaravanas. Se busca un mayor disimulo con el fin de tratar de despistar a la Ertzaintza. Por eso se usan las citadas furgonetas blancas de techo alto, que están acondicionadas para alojar hasta una decena de personas.
Pero la historia no es nueva. Hasta hace un par de años había algunas casas ruinosas en descampados de la comarca que eran utilizadas por los temporeros para alojarse de cualquier forma durante los días o semanas que duraban las labores agrícolas. Algunas de esas casas tenían un trasiego importante de gente, como es el caso de la que había en una viña en la carretera que une el polígono de Casablanca con la localidad de Oion y que fue derribada hace un par de años para evitar su uso.
La casa se encontraba en muy mal estado, pero uno de los primeros grupos que llegó a la zona, en el que había niñas de etnias árabes y urdus, se encargaron de tapar goteras y agujeros con cartones, maderas y chapas que localizaron en otros lugares. Posteriormente en el chamizo llegaron a convivir gentes de nacionalidad portuguesa, magrebí o rumana, que dejaban durante el día a las mujeres mientras los varones trabajaban en lo que podían o esperaban su contratación en las plazas de los pueblos.
Actuación coordinada Ese tipo de espectáculos se acabó cuando la UAGA se implicó en las contrataciones de temporeros y la Ertzaintza y Trabajo comenzaron a inspeccionar los sitios donde se alojaban y la documentación laboral de quienes estaban trabajando en el campo. La Policía desarrolló una buena labor impidiendo las acampadas, ya que están prohibidas en todo el territorio nacional, pero más importante aún para acabar con ello, fue la iniciativa de varias empresas bodegueras de crear sus propios albergues para temporeros. Aún así, las parcelas son muchas y falta mano de obra en momentos puntuales, como ha sido ahora con la espergura, aunque ningún año, como éste, se había visto tal afluencia de nómadas en los campos de Rioja Alavesa. La inmensa mayoría de ellos, al menos, los que se atreven a hablar, reconoce que no tienen papeles para trabajar y justifican las presencia en la comarca "porque tengo que dar de comer a mi familia y en mi país no tengo trabajo". Las familias los suelen acompañar, porque "allí no tienen nada que hacer. Si viajamos de esta forma por lo menos estamos juntos y nos ayudamos", señalaba a este diario un portugués que estaba trabajando con toda su familia en una viña de Elciego y que, ante la vista de la cámara de fotos, se funden en el follaje y prohíben hacer tomas. Tampoco reconocen la existencia de redes organizadas, de las llamadas mafias, y afirman que es una casualidad que las furgonetas sean todas iguales. "Hay muchas en Portugal", señala otro que trabajaba en una parcela de La Poveda, en Lapuebla de Labarca.
La afluencia ha pillado de sorpresa al Gobierno Vasco y a la Inspección de Trabajo. De hecho, en la vendimia los controles son mucho más rigurosos, hasta el punto de que se lleva usando desde hace dos años un helicóptero para encontrar a los temporeros en las parcelas. Se comprueba la documentación y la existencia de alojamientos para los trabajadores.
Con esa vigilancia a los nómadas que llegan para trabajar en el campo les ha costado poco buscar la solución de acampar en la comunidad autónoma de La Rioja, porque en esta región apenas se plantean problemas al uso de estacionamientos, incluso en la propia capital, Logroño. Por su parte, la Inspección de Trabajo de aquella región apenas cuenta con personal y medios para atender las cuestiones cotidianas, y solo actúan cuando llegan denuncias formales tramitadas ante la Guardia Civil.