SALVO sorpresa mayúscula, la única duda que queda por despejar respecto al futuro de NaBai es qué parte cargará finalmente con la responsabilidad de romper oficialmente la cuerda porque, de facto, la coalición en Navarra de EA, por un lado, con Aralar, PNV e independientes, por otro, se ha resquebrajado públicamente en dos fases: con las garantías adicionales exigidas a EA el jueves 27 de enero sobre su relación con la izquierda abertzale histórica y con la decisión de la Asamblea Nacional de EA del martes 1 de febrero de ratificar su doble apuesta por NaBai y la izquierda abertzale.
Sin embargo, esa soga lleva tiempo desgastándose, con síntomas de debilidad que, curiosamente, vinieron observándose,entre otros lugares, en Álava. Porque el territorio alavés y el navarro han vivido en la última legislatura un peculiar recorrido de decisiones políticas muchas veces paralelas y, en otras, abiertamente conectadas. De algún modo, NaBai era el último reducto en el que sobrevivía la coalición PNV-EA, después de que los de Pello Urizar consumaran su salida de la Diputación alavesa el pasado noviembre.
elecciones de 2007
El principio del fin
Hace cuatro años, cuando los partidos alaveses intentaban cuadrar las cuentas arrojadas por las urnas para configurar el Gobierno foral, la primera mirada se dirigió a Navarra. Como estos días han recordado unos y otros, NaBai tiene impreso en su ADN el objetivo de ser alternativa de gobierno a la derecha navarra, ser motor del cambio tras 16 años consecutivos de gobierno de UPN. Por eso, el escenario que dibujaron las urnas en 2007 en Navarra, con la posibilidad de que un acuerdo histórico entre PSN y NaBai desbancara doce años después a Miguel Sanz, alentó la idea entre algunas de las formaciones nacionalistas de que el tablero de juego debía ser general, es decir, que un respaldo -que en algunos momentos pareció consumado- de la coalición nacionalista al candidato socialista Fernando Puras debía tener como contrapartida que el PSE-EE apoyara al aspirante jeltzale a diputado general, Xabier Agirre. Entre otras cosas, porque también Álava venía de encadenar dos legislaturas de gobiernos populares.
Sin embargo, dos factores modificaron este terreno de juego. En primer lugar, las conversaciones en Navarra se enquistaron con la inestimable colaboración de Ferraz, que veía incrementarse la presión sobre Rodríguez Zapatero en plena resaca de la ruptura del alto el fuego de Loiola. En segundo, en el terreno alavés ninguna fuerza renunciaba al liderazgo, después de que los tres grandes partidos quedaran en un pañuelo, separados apenas por 700 votos, con la complejidad añadida de que la fórmula del tripartito (PNV-EA y EB, que concurrió en coalición con Aralar) como previsible alianza se estaba diluyendo y haciéndose permeable a otro tipo de combinaciones posibles.
Pero el ascendiente postelectoral navarro sobre Álava decayó por el propio enquistamiento del desencuentro entre PSN y NaBai que, en cierta medida, alimentó la tesis de dejar abierta la vía PP-PSE -a través del apoyo socialista a la presidencia de Juan Antonio Zárate en las Juntas Generales-. Luego vendría el agostazo, pero para entonces Álava ya había elegido a su diputado general, reeditando el acuerdo PNV-EA con el apoyo de última hora de Aralar, aunque en un delicado equilibrio interinstitucional PNV-PSE en Diputación, Ayuntamiento y Caja Vital.
Curiosamente, cuando más se había hablado de las posibilidades de un acuerdo transversal PNV-PSE, la negociación desembocó en un Gobierno netamente abertzale, ya sin la tradicional presencia de Ezker Batua.
elecciones de 2009
Nuevo mapa abertzale
Pero para entender la progresiva recolocación del tablero nacionalista hay que tener en cuenta dos factores, además del evidente desgaste del tripartito y, fundamentalmente, de la relación PNV-EA. Por una parte, Eusko Alkartasuna va ahondando en su discurso soberanista que le va separando de Sabin Etxea a la misma velocidad que se van engastando las bases de su actual alianza estratégica con la izquierda abertzale. En la CAV, esta transición se hace bien visible con la evidente discrepancia entre ambos en torno a la gestión del veto del Constitucional a la Ley de Consulta, en 2008. Por otra, las autonómicas de 2009 marcan un punto de inflexión. Primero, por la ruptura de la coalición PNV-EA. Segundo por la crisis interna que sufre EA a consecuencia de sus malos resultados y que deriva en una escisión esperada que arroja una sigla más al espectro político vasco, las de Hamaikabat.
A estas alturas, la izquierda abertzale histórica caminaba en su propia reflexión interna, jalonada por documentos clave como la Declaración de Alsasua, sobre la necesidad de vehicular su vuelta a la legalidad y a las instituciones desde la apuesta por la política y el rechazo a la violencia y con la acumulación de fuerzas soberanistas como herramienta del proceso, siempre lastrado por el silencio o la posterior indefinición de ETA. Un escenario en el que surge el famoso polo soberanista que, sin configurarse formalmente por parte de EA e izquierda abertzale hasta hace unos meses, acaba por desequilibrar el mapa.
La materialización de que algo ha cambiado en las relaciones del espectro nacionalista, con el PNV convertido en la fuerza política decisiva en Madrid ante la debilidad de Rodríguez Zapatero y la oportunidad de hacer la oposición más dura a Patxi López precisamente metiendo una cuña entre PSE y PSOE, es especialmente palpable, otra vez en el territorio alavés, con la Diputación como terreno de juego. A finales de 2009, Aralar abandona el Gobierno foral, molesto por la gestión del acuerdo de estabilidad presupuestaria entre socialistas y jeltzales y su escasa coincidencia con sus aspiraciones en política fiscal. EA amaga entonces con seguir el mismo camino, pero finalmente permanece junto a Xabier Agirre.
transición de 2010
Reconfiguración de posiciones
Y 2010 es el año clave. Mientras en Navarra comienzan los movimientos para redefinir NaBai de cara a 2011 y se manifiestan con crudeza los primeros problemas, en Álava también se va concretando la aproximación entre EA e izquierda abertzale hasta el punto de que una rueda de prensa de Maiorga Ramírez y Patxi Zabaleta a finales de abril anunciando la reedición de la coalición pilla por sorpresa a algunos dirigentes de EA en Álava, conscientes ya de que su apuesta estratégica por el entendimiento con la izquierda abertzale oficial, plasmada en el documento Lortu Arte, desactiva la lógica de su permanencia en el Gabinete Agirre y, en buena medida, obliga a revisar el planteamiento de NaBai. Aunque por aquel entonces este escenario no fuera el que estaba en mente de la mayoría de la militancia navarra de EA.
La salida de Eusko Alkartasuna de la Diputación alavesa llega el pasado mes de noviembre, con el debate sobre la política fiscal otra vez sobre la mesa. La ruptura total en Álava corre ya paralela a los abiertos intentos de la izquierda abertzale histórica por configurar, primero, un "nuevo sujeto político" en clave abertzale y de izquierdas en Navarra -lo que, de facto, venía a cuestionar la presencia del PNV y los acuerdos previos existentes entre EA y Aralar y este último y el PNV- y, luego, a plantear su entrada en NaBai. Todo esto, con la dificultad añadida de no tener resuelta su ilegalidad y con una reforma de la LOREG planeando sobre su cabeza que, ya hoy en día aprobada, permitirá anular listas contaminadas de partidos legales -modificación introducida por PP y PSOE pensando expresamente en la posibilidad de que EA diera cobijo a miembros de la exBatasuna en sus planchas y el Estado se viera en la tesitura de abrir un proceso de ilegalización contra Eusko Alkartasuna-.
elecciones 2011
Incógnitas en el horizonte
A la espera de que la ruptura de NaBai sea, además de de hecho, de derecho, la gran incógnita por resolver es si el nuevo partido de la izquierda abertzale história -cuyos estatutos presentará públicamente mañana- logrará esquivar el filtro de la Ley de Partidos. Las apuestas en los mentideros políticos dan por seguro, aún sin conocer la literalidad de los estatutos, el recurso de la Fiscalía ante el Tribunal Supremo, pero lo que no se descarta es que una eventual sentencia de ilegalización de la Sala del 61 pueda ser corregida en segundo término por el Constitucional, cuya reciente renovación lo ha decantado hacia posiciones más progresistas.
La experiencia dice que la izquierda abertzale no se rendirá en su empeño de estar en las urnas llegada una ilegalización, pero la mencionada reforma de LOREG le ha cerrado algunas de las quiebras del filtro detectadas en anteriores comicios. Y quedará por ver cómo se asienta su relación con EA.