POR segunda vez en dos meses, Arnaldo Otegi aparece como portavoz de la ilegalizada Batasuna en dos importantes medios de comunicación. Si en octubre fue el diario español El País el que le dedicó seis páginas en una extensa entrevista, ha sido este pasado martes el rotativo estadounidense The Wall Street Journal quien le ha entrevistado en prisión también a través de cuestionario. Independientemente de otras consideraciones sobre el contenido de estas entrevistas, no deja de ser paradójico, por no decir insólito, que quien parece ser reconocido por tan prestigiosos periódicos como máximo portavoz de una opción política tenga que expresarse mediante la respuesta por escrito desde la cárcel a las preguntas realizadas por los periodistas.
La verdad es que esta nueva irrupción de Otegi a tan alto nivel mediático abre interesantes interrogantes sobre lo que realmente está sucediendo en torno a las intensas especulaciones sobre el fin de ETA. Recientemente se publicó en los diarios del GRUPO NOTICIAS que la organización armada anunciaría su decisión de alto el fuego permanente y verificable en un medio de comunicación estadounidense, según fuentes contrastadas. Por más que The Wall Street Journal calificase a Arnaldo Otegi de "líder de ETA política" ("The leader of ETA"s political"), es evidente que sus declaraciones no son atribuibles a ETA y que esa nominación se debe al muy distante conocimiento de la realidad vasca que manejan los medios en aquel país.
Nada tienen que ver, por tanto, las respuestas de Otegi con ese tan esperado como exasperante comunicado que no acaba de llegar. El dirigente abertzale, sin embargo, sí parece resuelto a meter presión a ETA para que cierre de una vez su interminable debate. Proclama Otegi que "ETA está preparada para abandonar la violencia y perseguir una estrategia pacífica para crear un Estado vasco independiente", en la línea del actual proyecto de la ilegalizada Batasuna. Y se supone que no lo dice porque tenga un conocimiento objetivo de las intenciones de ETA, sino para presionar a quienes manden ahora en esa organización y provocarles, a ver se atreven a decir algo diferente a lo que la izquierda abertzale histórica viene diciendo desde tan importantes e internacionales tribunas mediáticas: el rechazo a cualquier violencia como forma de conseguir objetivos políticos.
Y puesto a presionar, Otegi presiona también al Gobierno español con el enigmático anuncio de "próximos acontecimientos" que forzarían al Ejecutivo a negociar para acabar con la violencia y resolver el conflicto vasco. No especifica Otegi cuáles serían esos acontecimientos, pero parece creerlos suficientes para solventar ese escepticismo español, que Otegi comprende, aunque no alude a ninguna declaración de ETA sobre el fin de su actividad armada.
Las declaraciones de Arnaldo Otegi al rotativo norteamericano no añaden apenas nada nuevo a sus respuestas al cuestionario de El País, pero quizá se le advierte una mayor rotundidad, como corresponde a su intención de meter presión. Porque es lógico que en la formación política que representa comiencen a cundir la impaciencia, la ansiedad e incluso la desmoralización. Los plazos para su legalización corren implacables, se anuncian mayores exigencias e impedimentos para su presencia en la próxima contienda electoral y tanto la dirección como las bases de la izquierda abertzale oficial saben que es vital su regreso a la presencia institucional.
Y no parece que este empeño sea sólo de una parte, por más declaraciones tajantes y desabridas que se hagan en sentido contrario desde el Gobierno español. No es casualidad que Instituciones Penitenciarias haya autorizado dos entrevistas al que se considera como más relevante portavoz de la ilegalizada Batasuna, o que ocho presos notables e históricos expresen sus opiniones disidentes, o que Radio Euskadi conceda la palabra a Rufi Etxeberria, o que los dirigentes socialistas españoles y vascos reconozcan cada vez con más claridad la evolución de ese mundo hacia posicionamientos democráticos.
Parece claro que su en exceso prolongada estancia en prisión no ha restado liderazgo a Arnaldo Otegi, que continúa ejerciendo como el más cualificado portavoz. Otegi, Rufi Etxeberria, Txelui Moreno y otros portavoces dicen lo que dicen con el aplauso y reconocimiento de la bases. Nadie les califica de "traidores" como ocurrió a quienes iniciaron el proyecto Aralar diciendo prácticamente lo mismo. Ni mucho menos se les tacha de "cáncer liquidacionista", como a otros que también lo intentaron en otros momentos históricos.