ES de suponer que el profesor Francisco Llera, cuyo departamento de la UPV es responsable del Euskobarómetro, se enfrenta a un serio dilema personal cada vez que le toca presentar los resultados de esa encuesta de opinión. Dada su nunca ocultada ideología próxima al PSOE, especialmente complicadas son sus comparecencias para exponer esas conclusiones, porque constituyen una de las más severas pesadillas que no tiene más remedio que soportar el Gobierno presidido por López.

Sabedor de que es un involuntario azote de los artífices del cambio, el profesor Llera ha vuelto a intentar restarle hierro al resultado, imposible de maquillar aún después de haber pasado por cocina. Si los resultados han sido los que han sido, si la valoración del Gobierno Vasco ha bajado 40 puntos desde la llegada de López a la Lehendakaritza, la pésima valoración se debe al desastre de Zapatero y a que los ciudadanos vascos pasan de todo, que no se interesan en absoluto de la cosa pública y les trae al pairo cuanto haga por ellos su Gobierno. Éste es el capote de Llera a López. Dejando de lado los penosos esfuerzos del profesor filosocialista por desagraviar a quienes tan agraviados han salido de la consulta, es necesario resaltar que es muy preocupante ese pertinaz descenso de la confianza de los ciudadanos de la CAV hacia su Gobierno y la escasísima valoración de quien lo preside, de sus socios preferenciales y de la gestión que están llevando a cabo.

Doble mazazo el que ha tenido que encajar el Gobierno de Lakua, porque la misma víspera de que le sacudiera el Euskobarómetro ya le habían arreado el bofetón los resultados del Sociómetro, elaborado por el propio Ejecutivo. Tanta insistencia, la verdad, no puede ventilarse con el recurso a la falta de comunicación ni a la indiferencia de los ciudadanos. Tanta coincidencia en el rechazo no tiene otra explicación que la comprobación de que lo están haciendo mal, que no son de fiar, que ni siquiera los suyos les apoyan.

Conviene echar la mirada atrás para buscar explicación a tanta incompetencia, y recordar las maniobras del actual lehendakari cuando medraba a la sombra de Nicolás Redondo Terreros y esperaba con paciencia a que su jefe se estrellara en aquella operación con Mayor Oreja y Savater para desalojar al nacionalismo. De sus intrigas resultó defenestrado Nico Redondo y López pasó a mayores llegando a la convicción de que él sí, que él sería el Moisés que condujese al pueblo vasco por la senda del constitucionalismo y la españolidad.

Del tortuoso procedimiento por el que en 2008 logró López lo que no logró Redondo en 2001, ya se ha hablado profusamente en estas páginas; y de aquellos polvos vienen estos lodos. Por más maquillaje que quieran aplicarle los sucesivos Euskobarómetros, o Sociómetros, o cualesquiera sondeos de opinión, la sensatez innegable de los ciudadanos -que no pasan de todo, ni mucho menos- seguirá valorando con el mismo menosprecio la gestión de quienes ostentan el poder gracias a la distorsión del mapa electoral y al pacto de excepción con su peor enemigo.

Llegó López al poder quizá cándidamente convencido de que iba a ser el líder carismático que con el apoyo incondicional y servil de los más poderosos medios de comunicación lograría el cambio taumatúrgico como consecuencia del desalojo de los nacionalistas vascos. Luego ha resultado que no. Que en lugar de liderar un equipo de gobierno cualificado y unos cargos intermedios competentes y eficaces, se encontró con una ansiosa fila de demandantes de alto empleo. Con el agravante de que los que tuvieron experiencia de gestión en los años de Gobierno bipartito ya están jubilados o adecuadamente colocados en su actividad profesional.

Han transcurrido diez años desde que el PSE contaba con algunos expertos en tareas de gobierno, y entre que muchos de los llamados a echarle una mano declinaron la oferta, que otros muchos se enzarzaban a codazos por ocupar despacho y que otros muchos huían tras haber probado, casi dos años después del desalojo de los que descuidaban la solución de los problemas reales y se ocupaban de inútiles aspiraciones indentitarias, nos encontramos con un Gobierno Vasco sin programa, incapaz de cumplir su calendario legislativo, sin ninguna receta propia para encarar la crisis económica ni para mantener con dignidad EITB, con un descomunal despiste en la gestión de los problemas sociales, culturales, sanitarios y educacionales. Un Gobierno Vasco, en suma, cuya valoración en caída libre viene quedando confirmada encuesta tras encuesta.