HABÍA en el ambiente aire de tregua. ETA anuncia que hace meses decidió dejar de atentar. Que ETA deje de atentar es una magnífica noticia, por supuesto. Pero lo cierto es que de momento no sabemos en qué consiste ese dejar de atentar: no sabemos hasta cuándo, si es que hay un cuando; no sabemos si ese "cuándo" está condicionado a algo, y de estarlo, en qué consiste ese algo; y tampoco sabemos, ni sabremos de momento, si ha habido por parte del gobierno español o del partido que lo sustenta alguna actuación que haya propiciado la declaración.

La parte positiva es que se anuncia que no habrá atentados, aunque ni siquiera se utiliza el término "tregua" o "alto el fuego". Y la parte negativa es que apela al Gobierno español "para acordar los mínimos democráticos necesarios para emprender el proceso democrático". Exégetas tiene la organización, pero cabe interpretar esa frase como un paso atrás por comparación con lo que supuso la declaración de Anoeta, porque ahora es la organización terrorista la que pretende erigirse en interlocutora del gobierno español. Y es en ese punto donde lo que, en principio, debería ser un anuncio esperanzador, se convierte en un mal presagio. Porque estará viciado de origen cualquier planteamiento que suponga que el final del terrorismo ha de llevar emaparejada alguna contrapartida de naturaleza política.

Post scriptum: todo indica que dentro del antes llamado MLNV se está produciendo un conflicto mayúsculo y que asistimos a las consecuencias visibles de ese conflicto.