Vitoria. Para los más de 5.000 fieles que integran la comunidad musulmana en la capital alavesa es un rompecabezas cómo conciliar empleo y fe durante cuatro semanas tras el ramadán que empezó el miércoles. Durante este período no podrán comer ni beber desde el alba hasta el crepúsculo, con el objetivo de rememorar la revelación divina del profeta Mahoma para escribir el Corán.
Por si fuera poco, el mes de ayuno corre el riesgo de ser más difícil este año. El verano hace que los días se alarguen y suban las temperaturas, por lo que se vuelve más dura su práctica sobre todo si se trabaja, ya que los fieles deben continuar con su actividad profesional.
En Marruecos, Túnez, Argelia o Melilla, las empresas han previsto este mes horarios reducidos con el fin de no obstaculizar el buen desarrollo de la celebración, pero en los países occidentales no hay convenios específicos para el ramadán. No se recogen fórmulas para compaginarlo: nada de marcharse pronto por haber entrado a trabajar antes. De la misma manera, tampoco existe el derecho a pasar a jornada continua durante esa treintena de días. Los asalariados para conciliar el ramadán sólo pueden contar con la empatía de la dirección. "En Álava, los seguidores de esta práctica tienen que llegar a un acuerdo a la hora de romper el ayuno", explica Ahmed Chaghouaui, profesor de Historia de la Universidad del País Vasco.
Un pacto que se tramita con los trabajadores del turno de noche, ya que si se termina a las 14.00 horas, el empleado tiene tiempo de sobra para hacer los honores de su única y copiosa comida del día. Los problemas empiezan cuando el trabajador sale a las 2.00 horas. "Cada vez los empresarios alaveses conocen más la realidad. Si los trabajadores hacen, por ejemplo, a las 18.00 horas el descanso, el musulmán sigue trabajando y coge su media hora a las 22.00 horas". Esta adecuación laboral intenta que los musulmanes puedan compaginar su labor con sus creencias, pero sin favorecerles demasiado para que no resulte injusto a los demás.
Mozos de almacén, albañiles o recolectores son los que más duro lo tienen para no refrescar sus gargantas. "Los que hacen trabajo de esfuerzo físico les es más difícil aguantar. No es fácil, lo pasan mal al mediodía, cuando más aprieta el sol", agrega este experto en cultura árabe.
Derecho a beber agua A pesar de que el 90% de los creyentes lo cumple, si ven que no aguantan, el Corán dice que para no peligrar la salud, se concede el derecho de beber agua cuando el cuerpo parezca que alcanza los límites. "Luego se puede recuperar ese día de ayuno perdido cuando acabe el ramadán", añade este marroquí residente en la capital alavesa desde hace trece años.
Con el ocaso -cerca de las 21.30 horas- se rompe el ayuno. Lo habitual es que se elijan los dátiles y la leche para paliar las más de doce horas sin alimentos, pero cada país tiene sus tradiciones. "En los países norte africanos se toma la harira, una sopa con fideos, garbanzos, pollo o carne ". Estos treinta días de sacrificio concluirán con la fiesta de fin de ayuno Eid al Fitr, una celebración en la que las familias se reúnen para intercambiarse regalos.