EL último eclipse total de Sol, que se vio en el Pacífico Sur, se produjo el pasado 11 de julio. Pudo seguirse todo desde Internet, pues el grupo de investigación canario Shelios estuvo transmitiéndolo desde la Isla de Pascua. Curiosamente dicha isla, famosa por las muchas estatuas que se encuentran diseminadas a lo largo y ancho de la misma, se llenó de astrónomos profesionales y aficionados que fueron para estudiar el fenómeno. Los eclipses de Sol son bastante frecuentes si se considera toda la Tierra, pues se producen al menos dos cada año; pero si tenemos en cuenta una comarca concreta, el fenómeno se hace bastante raro.
Hoy sabemos lo que son los eclipses y somos capaces de predecirlos con una exactitud asombrosa, pero imagínense ustedes que estamos en plena batalla en el año 585 a.C. y que de repente el Sol se apaga. ¿Qué pensarían que está ocurriendo? ¿Los dioses nos retiran la ayuda? ¿La oscuridad anuncia la muerte? Tenemos un relato por parte de Heródoto al que se considera el padre de la historia. Entre sus obras se encuentran Los Nueve Libros de la Historia
Heródoto nos describe un eclipse hoy famoso, el del 28 de mayo del año 585 a.C. Nos dice que "de repente, el día se les volvió noche", y también nos señala que éste había sido predicho por Tales que se supone era de la ciudad griega, en la costa Anatolia, de nombre Mileto. En este relato hay dos cosas sobre las que queremos llamar la atención; la primera es que un eclipse logró lo que parecía imposible: acabar con la guerra entre lidios y medos que duraba 50 años. La segunda, que Heródoto nos dice que Tales había predicho el eclipse aquel mismo año. Casi con seguridad que Tales sabía que iba a haber un eclipse pero no es probable que supiera la fecha exacta y mucho menos la hora. Veamos por qué.
Los astrónomos de la antigüedad se habían dado cuenta de que los eclipses, se producen porque la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra. Con posterioridad a Tales, se descubrió que las posiciones de Sol-Tierra-Luna se repiten casi con exactitud cada dieciocho años y medio -exactamente 6585,3211 días- que es lo que se llama un saros
Homero En cualquier caso, la cita de Heródoto no es la primera de un eclipse. En La odisea
La primera referencia escrita a un eclipse, como de otras tantas cosas relativas a la ciencia, se la debemos a los chinos. En el siglo XXII a.C., los chinos creían que los eclipses se producían porque un gran dragón devoraba al Sol. Se necesitaba una alarma temprana para preparar los arcos y las flechas para luchar contra la bestia. La leyenda nos cuenta que el emperador Chung K"ang acababa de subir al trono. Sus astrónomos reales, Hsi y Ho, lo celebraron bebiendo más vino de la cuenta y fueron incapaces de predecir el eclipse. Por su abandono de las obligaciones de su puesto les fue cortada la cabeza. Al menos esto dice la leyenda.
Un aspecto muy interesante de esta leyenda es que atribuyen como causa de los eclipses de Sol a un dragón que se lo come. Es muy sugestivo elucubrar sobre qué pensaríamos nosotros de un eclipse de Sol. De repente, el disco solar empieza a ocultarse y llega a desaparecer. ¿Qué está ocurriendo? ¿Los dioses nos abandonan? Distintas civilizaciones nos dieron distintas respuestas. Los antiguos egipcios consideraban que el Sol -el dios Ra- navegaba por los cielos en una barca y que por las noches caminaba por el mundo de los muertos. Los eclipses para ellos eran ataques que sufría la nave en su periplo eterno. En América, los mayas, que eran unos grandes astrónomos, desarrollaron sus propios métodos para predecir los eclipses y los incas quizá dieron con la hipótesis más acertada de todas las legendarias: consideraban que cuando ocurría un eclipse era porque la Luna y el Sol estaban manteniendo relaciones sexuales. Y no estaban muy lejos de la verdad.
En el mundo occidental tuvimos que esperar al año 450 a.C. para que el filósofo Anaxágoras dijera que la Luna no tenía luz propia y que era iluminada por el Sol, por lo que los eclipses eran interferencias entre los dos astros. Hoy sabemos que Anaxágoras llevaba razón, ya que cuando la Luna se interpone entre nosotros y el Sol se produce un eclipse solar. Cuando la sombra de la Tierra se proyecta en la Luna tenemos un eclipse lunar. Para los eclipses solares debemos tener en cuenta que para nosotros la Luna está oscura pues el Sol está iluminando la cara contraria. No puede ser de otro modo. Los eclipses de Sol siempre deben ocurrir con la Luna nueva. Ahora bien, el tamaño aparente de la Luna no es siempre el mismo pues sigue una órbita elíptica, lo que hace que cuando está más cerca de la Tierra se vea más grande que cuando está más lejos. Un hecho casual y curioso es que, en este momento de la historia, el tamaño aparente de la Luna cuando está más cerca de nosotros es idéntico al tamaño del Sol, o dicho de otro modo, que la Luna tapa exactamente el disco solar. Pero cuando está más lejos de nosotros su tamaño es un poco más pequeño que el Sol, por lo que no lo tapa del todo y queda un anillo brillante alrededor de la Luna. Cuando la Luna tapa tan solo una parte del Sol se dice que tenemos un eclipse parcial. Cuando la Luna tapa exactamente al Sol tenemos un eclipse total y cuando la Luna es un poco más pequeña y deja un anillo solar se dice que es un eclipse anular.
sombra Cuando hay un eclipse de Sol la sombra de la Luna sólo tapa una pequeña superficie de la Tierra. Ese círculo de sombra se mueve a lo largo de una franja por la superficie de la Tierra en dirección este y la increíble velocidad de 3.200 km/h. Dada la enorme velocidad, la duración del eclipse total, en las zonas donde puede verse, dura tan solo unos pocos minutos.
El caso que nos cuenta Heródoto del fin de una batalla como consecuencia de un eclipse total de Sol no es el único. Mucho más cerca de nosotros en el espacio y en el tiempo tenemos la que se conoce como batalla de Simancas, que enfrentaba al rey de León Ramiro II y al califa cordobés Abd al-Rahman III. En mitad de la batalla, el 19 de julio del 939, hubo un eclipse de Sol que los dejó tan desconcertados que suspendieron la batalla. Tan sólo unos días; poco después, el ejército leonés derrotaba al de Córdoba.
Un eclipse que tuvo mucha importancia fue el del 18 de agosto de 1868 pues en el transcurso del mismo, mediante espectroscopia, el astrónomo francés Pierre Jansen descubrió en la corona solar un elemento que era desconocido en la Tierra al que posteriormente llamaron helio, en honor Sol, que en griego se llama Helios. Un astrónomo inglés, Norman Lockyer, confirmó que se trataba de un elemento nuevo. La historia completa es sumamente interesante pues Jansen había estudiado el espectro del Sol cuando no había eclipse y no había descubierto nada extraño; pero al repetir el análisis durante un eclipse descubrió el nuevo elemento. La importancia era muy grande pues demostraba que en las estrellas había elementos que no se encontraban en la Tierra. Aunque la historia tiene una deriva lamentable, algunos colegas de Jansen le ridiculizaron ya que no se creían que habían descubierto en el espacio un elemento que no se había encontrado en la Tierra. Era la primera vez que eso ocurría. A pesar de todo Jansen y Lockyer llevaban razón.
Otro eclipse muy importante fue el del 29 de mayo de 1919. Einstein había enunciado la Teoría General de la Relatividad pero no fue muy bien acogida por falta de pruebas experimentales. Una de sus predicciones era que la luz se curvaba en la proximidad de grandes masas. Podríamos decir que las estrellas atraían hacia ellas a los rayos de luz que pasasen cerca. Un eclipse total de Sol era una oportunidad extraordinaria para verificar la predicción. Pensemos en una estrella que se viera muy cerca del disco solar. Si Einstein llevaba razón, al pasar la luz muy cerca de la gran masa que es nuestro Sol, debía curvarse y desde la Tierra debería verse en una posición distinta a aquella donde estaba catalogada. El eclipse total permitiría ver y medir perfectamente alguna de esas estrellas. El eclipse de 1919 era ideal pues iba a ser de larga duración -unos 6 minutos- y el Sol iba a estar en una zona con muchas estrellas -la cabeza de la constelación de Tauro que se conoce como las Hiadas-. El astrónomo británico Eddington se fue a la Isla Príncipe, en el estrecho de Guinea, cerca de la costa africana, y verificó que Einstein tenía razón. Fue el despegue de la Teoría de la Relatividad.