Seis semanas más de frío. Lo ha pronosticado Punxsutawney Phil, la marmota de Pensilvania que este año sí vio su sombra. Fue el martes, el "Día de la marmota", una noticia que ocupó un espacio estelar en el Teleberri de ETB. Me quedó la sensación de que los espectadores vascos son los que más sabemos de este acontecimiento planetario que sucede en una remota aldea del norte de Estados Unidos a este lado del Atlántico. En realidad, intuí que nos estaban adormeciendo como marmotas cuando nos hacen esperar para conocer la otra gran noticia de ese día: el paro sigue subiendo.

Puestos a contextualizar noticias, no hubiera estado nada mal que además de contarnos todos los detalles sobre la dichosa marmota, hubieran recordado ese mismo día algunas previsiones sobre la evolución del empleo que manejan en el Gobierno Vasco. Eso nos hubiera dado una idea más cabal del desconcierto que reina en los departamentos de los que dependen las medidas para luchar contra el paro.

En las hemerotecas habrían hallado material muy clarificador, como esas previsiones del consejero de Economía y Hacienda, Carlos Aguirre, que el 18 de mayo de 2009 estimaba que durante 2010 se perderían en Euskadi 15.000 empleos. Sólo en enero se han ido la mitad y, según todos los pronósticos, no parece que estos índices vayan a cambiar su tendencia de forma significativa durante este ejercicio. Lo ha dicho hasta el propio Patxi López el 13 de enero en el Foro Cinco Días: "la recuperación económica en este ejercicio (2010) no será suficiente para crear empleo. No será hasta 2012 cuando el paro se reducirá de forma significativa". Como la marmota, nos anuncia más invierno.

Supongo que cuando López auguró este largo invierno ya manejaba los datos que echaban por tierra sus anteriores previsiones. Salíamos del verano, de la retirada de las pancartas, de la profusión de banderas españolas, de una política de fachada, palo y tentetieso, de Ares como único actor del Ejecutivo cuando presentó el 8 de septiembre el Plan Euskadi+2009. Con un objetivo declarado: crear 10.000 puestos de trabajo tras invirtiendo 367 millones de euros. Parecía que, por fin, alguien del nuevo Gobierno se ponía a lo importante, a lo que tiene más preocupada a la sociedad vasca.

Ahora, pasados los meses, los resultados no avalan ese plan que el propio López convirtió en piedra angular de la reactivación económica en Euskadi. En eso comparte fracaso con Rodríguez Zapatero, que unas semanas antes había anunciado un plan similar a proporción española. Proporción exacta con idénticos resultados.

Esto de prometer puestos de trabajo viene a ser una tradición muy del PSOE. Hace un tiempo leí una entrevista con Felipe González en la que aconsejaba prudencia nada menos que a Barack Obama. El demócrata acababa de ganar las elecciones y en uno de sus primeros discursos anunció un plan de infraestructuras públicas para crear 2,5 millones de empleos. González se acordó de aquella promesa que realizó en la campaña electoral de 1982: "Prometí crear 800.000 puestos de trabajo y destruí 800.000 en una legislatura. Ya me callé para siempre porque descubrí que los empleos los dan los empleadores y no el Estado". Aunque tarde, no está mal que lo reconozca. Y mejor aún si sus correligionarios toman nota y dejan de frivolizar.

Pero el Día de marmota pasó y entonces llegaron las pensiones. Y como no había marmota a la vista, en Teleberri decidieron que un posible acuerdo aún no confirmado sobre unas competencias transferidas al Gobierno de Irlanda del Norte era la noticia que más nos interesaba.

Estábamos a jueves y veníamos nada menos que del espectáculo del Gobierno español en asunto tan sensible como las pensiones, con un Rajoy amagando con una moción de censura, con los sindicatos subidos por las paredes y con Botín sacando la cara a su amigo Zapatero mientras nos contaba que su banco había ganado 9.000 millones de euros en plena crisis. Pero alguien decidió que era el momento de "pico, pelo, pata" en la televisión pública.

Jugar al despiste es una táctica que funciona a su debido tiempo. Luego llega el ridículo y puestos a obedecer al jefe, tenían que haber seguido los pasos de Zapatero, que ya pasó por ahí antes: negó la crisis, habló de desaceleración, luego de crecimiento negativo, sacó pecho al contar que la banca española (¿sería por el Santander?) era la más sólida del mundo, restó importancia a los augurios que hablaban de la gravedad de endeudarse, dejó que se marchara Solbes y, por fin, tuvo que admitir que había una crisis. Pero en Teleberri, siguen con la marmota y con Irlanda.

Ya nadie niega que la situación es grave. Ni siquiera los banqueros que iban contando a los diputados que la culpa de crisis era de los medios de comunicación que alarmaban a la ciudadanía y retraían el consumo. También ese tiempo pasó, aunque el banquero seguro que está encantado de ser el hombre mejor informado de los usos y costumbres de esa lejana marmota. Y mientras, el invierno se alarga sin que nadie hable ya de los brotes verdes primaverales.