vitoria. Llevar una vida sin gluten cuesta y no sólo por tener que controlar una dieta sin horizonte en el calendario. Los celíacos alaveses exigen a las instituciones subvenciones que les ayuden a abaratar su cesta de la compra. Sólo cada mes gastan hasta 200 euros más que las personas que no sufren esta enfermedad. Otro trago más difícil de digerir. No se trata de llenar el carro con caprichos sino con productos específicos que su cuerpo pueda tolerar ya que la proteína está presente en la mayoría de los cereales y derivados, salvo el arroz y el maíz.

Sólo en Vitoria hay 400 personas asociadas que sufren esta enfermedad. "Pero la cifra es mucho más grande, ya que aunque se hacen muchos más diagnósticos no todos se registran", explica Esther Obanos, responsable de la Asociación de celíacos y familiares de celíacos de Álava (EZEBA).

Existen aproximadamente 20.000 celíacos potenciales en Euskadi, si bien sólo alrededor de 3.500 están diagnosticados, tal y como señalan los datos de la Asociación de Celíacos de Euskadi. En el caso de Esther el asunto se complica un poco más ya que sus dos hijas gemelas son celíacas. "Sólo en pan me gasto 20 euros a la semana, luego habría que añadir los cereales, la harina... No sé si el incremento se debe a la materia prima o a las distribuidoras", denuncia.

Desde EZEBA se quejan de que Castilla-La Mancha es la única comunidad que aporta ayudas: "Creo que actualmente da unos 300 euros, pero sólo por año".

Nada que ver con las prestaciones que se otorgan en Europa. Un modelo claro a seguir es el de Italia ya que ofrece un cupo económico mensual que varía en función de si se es adulto o niño. "Es como si fueran recetas con las que se puede comprar productos sin el temido gluten", ilustra Esther.

Es la enfermedad crónica intestinal más común en Europa. "También se dan bastantes casos en la zona subsahariana donde marcas como Schär se encargan de suministrar de forma gratuita alimentos sin esta proteína", añade Obanos.

Aún así no es fácil encontrar productos adecuados en los supermercados. Lo "más fácil" es encontrarlos en las dietéticas o en "algunos" hipermercados, pero para acudir hasta allí es necesario utilizar el transporte al estar en la periferia de la urbe.

"Es una enfermedad social y económica", declara Esther. Además de que los enfermos tienen que adaptar su vida a la dieta perpetua tampoco pueden llevar a cabo actividades tan populares como ir de pintxos o degustar la Semana de la Cazuelita.

La forma de cocinar es otra de las cosas que cambia para los afectados. "Yo opto por la maicena y pan rallado sin gluten para que nunca dude qué sartenada era para mis hijas o para mí", detalla Esther.

El problema va más allá: cuando se tienen que quedar a comer fuera de casa. Los afectados también piden a la hostelería que extienda los menús libres de gluten. "Hay que dar veintisiete mil explicaciones en los restaurantes porque hasta los tomates fritos y la mahonesa llevan esta proteína", aclara.

Desde EZEBA ya han dado algún que otro cursillo de formación a estos locales. Aunque éstos tienen "voluntad" para adecuar sus menús, todavía existe la "contaminación cruzada". "Puede que el producto no lleve gluten pero si se ha mezclado con otros aceites no lo debemos consumir. Es difícil que nos lo garanticen al 100% porque tienen un riesgo altísimo. ¡Los platos en las cocinas vuelan!", detalla Esther.

El pimentón es un claro ejemplo de ello. "Está muy contaminado a pesar de que no lleva gluten. Cuando se le trata con el resto de la maquinaria empleada para otros productos se convierte en un producto no tolerable".

La consecuencia es que el celíaco se "retrae". Se queda sin salir de casa con tal de no argumentar lo que puede o no comer. "Y los pocos restaurantes de Vitoria que se adaptan son medio-altos por lo que el desembolso es importante", afirma.