Aunque la imagen que en muchas ocasiones se ofrece de Ibiza se asocia a un pasado hippy, fiestas discotequeras nocturnas con famoseo internacional o sin él y mucho glamour, la isla balear también cuenta con rincones no muy alejados de sus principales polos de atracción en los que encontrarse con la naturaleza, la historia o su espíritu contracultural de las décadas de los años 60 y 70. Si se busca recorrer la isla para encontrar la tranquilidad que solo facilita el dejarse llevar por caminos que se transitan con calma, alejados del frenesí turístico de quienes buscan más luna que sol.

Por la costa este

El recorrido puede empezar en Sa Pedrera de Cala d’Hort, al sur de Ibiza. De esta antigua cantera del siglo XVI se sacó la piedra con la que se levantaron las murallas del casco antiguo de Eivissa, la Dalt Vila, y de algunos de sus principales monumentos. Quedó abandonada y fueron los primeros hippis que llegaron a la isla quienes la redescubrieron, dándole una segunda vida. Su huella quedó plasmadas en los trabajos de talla y los petroglifos modernos que se pueden ver en las rocas. Sigue siendo un lugar apartado, que no es ni cala y playa pero que permite el baño en alguna de las piscinas naturales que se han ido. Eso sí, conviene llevar mucha agua y algo que permita tumbarse con comodidad. La zona se ha rebautizado también como Atlantis.

La playa de Es Cubells guarda un ambiente marinero muy tradicional. Freepik

Para llegar hasta esta cantera hay que pasar primero por la senda que lleva a la Torre des Savinar, también conocida como la torre del Pirata. Queda sobre la cantera y ofrece una magnifica vista del islote de Es Vedrá. La torres forma parte de la red de vigilancia que se fue construyendo en la costa ibicenca para prevenir ataques de piratas y flotas enemigas. Ambos espacios se encuentra dentro del Parque Natural de Cala d’Hort.

Siguiendo viaje hacia el este se llega al pequeño pueblecito de Es Cubells, uno de los que mejor conservan su patrimonio, entre el que destaca la iglesia de Santa María, levantad por iniciativa del un ermitaño, Francesc Palau. La historia de este beato se encuentra una plaza anexa al templo. Pasear por la calles de Es Cubells permitirá conocer la tranquilidad de la Ibiza más tradicional.

El Parque Natural Ses Salines se encuentra en el extremo más meridional de esta isla balear, justo enfrente de Formentera, que comparte parque. Esta área protegida tiene la particularidad de ser principalmente marina, de sus 16.000 hectáreas 13.000 son marinas. En su fondo se encuentran importantes praderas de las algas posidonia, refugio de multitud de especies de fauna marina.

Desde aquí comienza el recorrido hacia el norte por la costa oriental de la isla, en dirección a su capital, Eivissa-Ibiza. En parte se acabó la tranquilidad al estar repleta de visitantes y contar con algunas de las discotecas más afamadas de las más frecuentadas por los visitantes de fama internacional. Pasear por su casco antiguo, por la Dalt Vila, puede necesitar de paciencia para tratar de driblar a otros viandantes (no olvidemos que otros tratarán de esquivarnos a nosotros), pero merece la pena recorrer la estrechas calles blancas de la ciudad. Desde lo alto de su muralla, las vista del puerto, del barrio de los pescadores y el faro de Botafoch no se olvidan. En el interior, la catedral o la plaza de la Vila hacen que no se olvida el pasado histórico de la ciduad. Por cierto, este conjunto está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Puesta de sol en cala Benirrás sobre el islote Bernat. Freepik

En el municipio de Santa Eulalia del Río, a 5 km del núcleo urbano se encuentra Es Canar, una zona turística que alberga el mercadillo hippy más importante y más antiguo de la isla en Punta Arabí. Se abre lo miércoles y ofrece todo tipo de productos de artesanía, ropa y comida. Además cuenta con área dedica a los niños y ofrece conciertos en vivo. Y es que todavía quedan miembros del colectivo que puso a Ibiza en el mapa como destino alternativo. Luego llegó el turismo.

Por la costa oeste

Ignorando la parte más septentrional de la Ibiza, se cruza la isla hasta su costa oeste par avistar una de las calas más interesantes, y es mucho decir dado las muchas que salen al paso de los visitantes, la cala de Benirrás. Desde esta playa de casi 200 m se puede asistir a una de las puestas de sol más espectaculares. Lo diferencia de otros apostaderos que se forma un ambiente muy especial al ser, en ocasiones, acompañado por el sonido de los tambores tradicionales que ofrecen algunos lugareños. El islote cap Bernat se destaca en el horizonte y tierra adentro en paisaje mediterráneo que ofrecen los pinos aumenta el recogimiento del paso del día a la noche.

Ya por la costa, quienes gusten de la arqueologia y sus secretos podrá desviarse hacia las torres de Lluc desde la localidad de San Mateo de Albarca. Este yacimiento próximo a los acantilados de cala d’Albarca es un asentamiento cuyos restos más antiguos se remontan a los primeros tiempos del Paleocristianismo y llega hasta la Alta Edad Media. La estructura que se ha podido encontrar son dos torres ovaladas unidas por una muralla parte de una fortaleza, que además de una función de vigilancia pudiera servir también de refugio a los pobladores de la costa ante ataque de piratas.

Tradicionales embarcaciones de vela latina en el puerto de San Antonio. Freepik

De camino hacia el punto de partida de esta ruta circular, la ciudad de San Antonio Abad no se puede ignorar. Su origen es romano y recibió el nombre de Portus Magnus. El tamaño de la bahía sobre la que se levantaba el asentamiento inicial justificaba el nombre. En la actualidad se ha convertido en uno de los principales núcleos turísticos de Ibiza, siendo una de las mecas mediterráneas para el turismo de fiesta europeo. Las puesta de sol también reúne a multitud de personas, muchas d ellas cuales después siguen exprimiendo las horas nocturna en los locales de música y copas. Para los amantes del sol, la playa San Antonio ofrece mucho espacio y poco esfuerzo parta llegar a ella.

Una última cala antes de concluir el recorrido es la de Vedella, cerca del municipio de Sant Josep. Son 250 m de arenal fino entre espectaculares acantilados y una anchura de entre 50 y 80 m. Su origen como puerto natural se mantiene con la amplia zona amplia de casetas varadero para pescadores.