En la vida, la creatividad es una pieza esencial que nos puede tender la mano para poder apreciar la belleza del mundo que nos rodea, un elemento clave para crear mundos desde cero. Y de eso sabe sobradamente Javier Royo Espallargas (Zaragoza, 1972), conocido por muchos bajo su nombre artístico Javirroyo, que lleva años dedicando su vida al arte, al diseño y a la ilustración. Durante la pandemia empezó a hacer talleres para analizar su proceso de trabajo, para hacer que “algo tan bonito como el dibujo que utilizo yo para comunicarme, que el resumen sería como escribir con dibujos, cómo hacer que eso se convirtiera en algo que pudiera enseñar a otra gente que se supone que no sabe dibujar, o que ha dejado de dibujar con diez años”. 

Porque reconoce que eso sucede, que alrededor de los diez años “dejamos de dibujar todos”. Pero, ¿cómo empezó su proceso creativo, ese que transmite a todos para que vean que la creatividad es algo al alcance de cualquier persona? En su caso, explica que todo fue natural, porque cuando su padre le traía de pequeño tebeos de Zipi y Zape o Mortadelo y Filemón, él lo que hacía era imitar y hacer cómics, contar cosas con los dibujos. “No he parado. Siempre lo he tenido muy fácil, porque no nos engañemos. Hay chavales que lo pasan muy mal a la hora de decidir qué quieren hacer”. Y él desde los seis años dibujaba, y sus padres creyeron en ello, algo que considera esencial.

Además, reconoce que hay una clave que se ha perdido en estos años y que para él es imprescindible, que es “aburrirse de pequeño”, algo que despierta esa creatividad a edades tempranas, ya que “una de las ventajas de aburrirse es que te pones a hacer cosas y a desarrollar la imaginación”. Ahí aprecia una evolución, de la que también habla en otra de sus obras, Laborachismo, que es que el trabajo obliga a madres y padres a no conciliar a veces, “con lo cual los niños tienen un horario como el de los padres, con actividades extraescolares, con mil historias... Me acuerdo de que cuando mi madre estaba dando clases de música yo estaba haciendo los deberes y después me ponía a dibujar”. 

Ese terreno de aburrirse, reconoce, fue lo que hizo que Javirroyo empezara a dibujar, y “al final te das cuenta de que el terreno de lo aburrido está muy bien” para que esas ideas y esa creatividad florezcan. Y ahí entran en juego también las nuevas tecnologías -redes sociales, móvil, ordenadores...-, ya que en ese sentido asegura que “seguro que he dejado de leer libros o de tener tiempo para otras cosas por estar con el móvil”. 

Pero, ¿qué hace falta para despertar la creatividad en uno mismo? Para Javirroyo, la belleza radica en que el aprendizaje está muy ligado a la creatividad. “Que se puede ejercitar, está comprobado. Hay algo muy bonito que dice el ilustrador Christoph Niemann, que hace referencia a que si los músicos y los atletas entrenan todos los días, ¿por qué iba a ser diferente con los dibujantes? Y, a partir de esa idea, me he encontrado con que existen muchas similitudes entre el atletismo y la creatividad”. Ahí cita, sin ir más lejos, el entrenamiento, ya que recuerda que la neurociencia ha demostrado que el cerebro es un órgano plástico, que se puede modificar y mejorar.

Un estudio con taxistas

En ese sentido, existe un estudio realizado por el University College de Londres, que puso a prueba el cerebro de los taxistas de la ciudad, y en el que descubrieron que su hipocampo -la zona donde se guarda la memoria espacial- era mucho más grande que la de otros ciudadanos, porque se habían aprendido todas las calles de la ciudad. “Entonces, tú dices Vale, si esto es así, tú cuando estás dibujando o haciendo cualquier capacidad creativa o escribiendo, estás trabajando con el cerebro mientras escribes, pero lo que estás escribiendo te está modificando la forma de ver el mundo”, recuerda en ese sentido Javirroyo, que pone como ejemplo también la lectura. 

Pero, ¿por qué cuando creamos algo y lo dejamos reposar, después sentimos la necesidad de modificarlo? Este ilustrador explica que dibujando esto es algo que sucede “mucho”, y asegura que se debe a que cada vez que pasamos por esa casilla de salida, el procrastinar, nuestro cerebro se modifica y nuestra percepción de las cosas es otra. 

El miedo a la hoja en blanco

Y, otra de las temidas situaciones por las que pasan las personas que van a crear algo desde cero -una novela, un dibujo, una obra de teatro o una canción- es el terror a la hoja en blanco. Ahí, Javirroyo reflexiona que ese miedo no se produce porque no haya nada, sino porque hay demasiadas cosas. “Una hoja en blanco es un campo por abonar, y por plantar”, reseña, al tiempo que explica que se necesita un plan para entrar a esa hoja en blanco. “Si no tienes un plan, estás muy vendido. A veces puedes estar divagando y no haces nada. Pero si tienes un plan inicial, o al menos esa frase inicial, la página en blanco es tuya, y puedes desarrollar un relato”, explica. 

De esto, recuerda el ilustrador, también se han hecho experimentos. Concretamente, recuerda uno del neurocientífico Mariano Sigman, para el que ha ilustrado un libro. En ese experimento, cogieron a un grupo de personas y a unos les pidieron contar cualquier cosa. “Se hizo el silencio, no sabían cómo arrancar”, explica. En cambio, aquellos a los que les había dado una pauta, un punto de partida, lo tuvieron más fácil. 

El síndrome del impostor

Otra de las preocupaciones que atenazan a las personas creativas es el conocido como síndrome del impostor, el sentir que no se merece el lugar en el que se está, atribuir el éxito a factores externos como el azar o la suerte. “Es pensar que no eres lo suficientemente bueno continuamente con respecto a los demás, tener quizá el sentido crítico demasiado elevado”, resume Javirroyo, que reconoce que lo ha sentido poco porque es “bastante caradura. Pero alguna vez sí lo he tenido, el estar en una reunión y verte desde fuera”. En su libro, Dibujo, luego pienso, invita a hacer un ejercicio, que es buscar en qué cree uno que es bueno, ir haciéndose preguntas hasta llegar a una respuesta. “Hay una cosa que tengo clara, que es que ser profesional o no ser profesional, o ser o no ser artista, es algo que te pones tú mismo”, recuerda. 

Pero, ¿qué sucede cuando es alguien externo el que le dice a una persona que no vale para dibujar, o que no sabe? Para este ilustrador, esto ocurre cuando se tiene “un mal profesor. Los profesores que hacen que se hundan sueños y proyectos de chavales, los quitaría de profesores”, asegura, porque recuerda que hay que tener un amor por querer que las personas crezcan. 

Porque además la creatividad, esa que está al alcance de todos, ayuda a llevar una vida más feliz. “Eso está conectado, porque la creatividad también es una herramienta transformadora. Cuando tú estás haciendo que tu vida vaya cambiando, estás haciendo que ocurran cosas diferentes y que tu capacidad de aprendizaje y admiración siga existiendo”, recuerda Javirroyo. Para él es, en definitiva, una herramienta “fundamental”, una puerta a otros mundos. Al fin y al cabo, existen dos sistemas de pensamiento: el lineal -aquel en el que se quiere hacer algo y para lograrlo se siguen unos pasos dejando a un lado los pensamientos que no tengan que ver con ese proceso- y el sistémico -en el que se integran todos los pensamientos que surjan-. “Usamos los dos, pero al ponernos en plan creativo lo que necesitamos es que entren muchas cosas y conectarlas dentro”, recuerda finalmente Javirroyo.