Oier Lazkano sólo sabe ganar a lo grande. Es su firma. Bestial. La marca de agua de un rodador demoledor. Su brutalismo le concedió otra victoria. Valiente, desatado, el gasteiztarra mordió la primera jornada en ruta de la Boucles de la Mayenne francesa, que lidera tras su enorme victoria.

Lo hizo desde su insobornable manual de estilo. El de la fuga. Dinamitero. Se envalentonó a 90 kilómetros de meta. Nada asusta al portento alavés, un percherón capaz de cabalgar al infinito. Agarró la fuga Lazkano y soltó un estacazo que nadie pudo repeler. Dejó un enorme eco el alavés, que no hace tanto tiempo, se doctoró.

Solo el imponente Christophe Laporte pudo someterle en A través de Flandes. En numerosas ocasiones es el nivel de los rivales el que concede la verdadera dimensión del logro. La dimensión de Lazkano, fantástico, falta por concretar. Todavía es joven, pero no se arruga. Un ciclista en expansión. Con crecederas.

“Es un día muy, muy bonito. Era seguramente la etapa más dura de la carrera y rematar así ha sido una gran alegría. En un determinado momento me he quedado solo por delante del pelotón y por detrás de la escapada. He decidido seguir, he conseguido llegar hasta cabeza y a partir de ahí, había que seguir, seguir, seguir… y no ha sido hasta la parte final cuando he visto que igual teníamos opciones, y he intentado volver a arrancar. Y hasta meta”, resumió el gasteiztarra, líder de la carrera tras su incontestable triunfo.

Lazkano no para

Lazkano muerde. Corre a dentelladas. En tierra de escaladores, Lazkano, contracultural, se ha convertido en un clasicómano. Un talento puro. El alavés posee un motor de gran cubicaje, capaz de devorar kilómetros, y zarandear de punta a punta a un pelotón entero si se lo propone.

Así venció una etapa, en un soliloquio en la Vuelta a Portugal de 2020, cuando vestía los colores del Caja Rural. Era un apunte. El primer trazo. El boceto.

El pasado curso, cuando el Movistar sentía el aliento del descenso acechándole, el alavés conquistó una etapa en el Tour de Valonia. Otra pincelada. En A través de Flandes pintó una obra maestra. Magna.

En Boucles de la Mayanne, el alavés, pleno de confianza, no hizo concesiones y demostró su estatus. Se presentó solo en meta, sin nadie que le hiciera sombra.

No le pudieron seguir ni con prismáticos. Tuvo tiempo de sobra el gasteiztarra para coreografiar su victoria y encaramarse al liderato de la prueba francesa tras otra exhibición. Oier Lazkano es una estampida.