Bodegas Ochoa ha decidido innovar también con la apertura de sus puertas. El entorno, el buen clima, el paisaje y los propios vinos invitan a la visita. "Tratamos de naturalizar el mundo del vino y que la gente se sienta como en casa, que venga disfrutar y a quitarse prejuicios sobre el mundo del vino, miedos que llegan a asustar un poco. Vivimos para disfrutar. Y en estas visitas intentamos que la gente disfrute", explica Marta Domínguez, responsable de enoturismo de Bodegas Ochoa.

"Las personas que llegan aquí se meten en la biblioteca del vino y, como la historia que escuchan ahí es tan bonita, se meten de lleno", añade Marta. La experiencia 'Vivimos el vino' propone la cata de tres vinos, con pan, aceite, quesos y chocolate durante un recorrido que se prolonga poco más que una hora. "Les lanzo propuestas como, por ejemplo, quesos con blanco, que tiene matices lácteos. Y me gusta terminar los tintos con chocolate, por el fondo de cacao de muchos de ellos. Es un placer, una buena opción. Les vas guiando un poco y se van haciendo catas muy divertidas", detalla la experta.

Nueva experiencia, cata, diversión, aprendizaje, un paisaje único... ¿Qué más se puede pedir? Otra propuesta de Bodegas Ochoa es su terraza, que abre al público los sábados. "La terraza es maravillosa, perfecta para una tarde de verano en la que puedes venir con tus amigos, abrir una botella de buen vino, tomarlo con una tapa, escuchando buena música de fondo en este entorno que es más que bonito", describe Marta Domínguez.

Bodegas Ochoa | "Mi abuelo tenía un viñedo propio, unas 80 hectáreas, que para la época era bastante"

Bodegas Ochoa | "Mi abuelo tenía un viñedo propio, unas 80 hectáreas, que para la época era bastante"

La historia de la familia

La familia Ochoa vive el vino desde 1845. Y esos casi dos siglos de veneración por la tierra y el viñedo se perciben tanto en cada copa de vino como durante las visitas. Beatriz Ochoa recuerda que "las tres primeras generaciones, hasta la de 1900 que llega la filoxera, se dedican principalmente a la venta de vino a granel en pellejos". Se da la circunstancia de que mucha de esa demanda procedía de Francia, donde la plaga ya había arrasado los viñedos.

En los años veinte del siglo pasado, Adriano Ochoa retoma el negocio. "Tenía un viñedo propio, unas 80 hectáreas, que para la época era bastante. Se enfocó en elaborar vino de una calidad superior", cuenta Beatriz. Adriano fallece joven. "Mi padre,con solo 20 años, tomó las riendas. Había acompañado a mi abuelo en muchas tareas, pero había otras muchas que no conocía", describe la nieta de Adriano. Javier Ochoa se puso manos a la obra, a estudiar y trabajar.

"La muerte de mi abuelo fue algo rápido. No dió tiempo a que preparara planes de futuro. Por suerte, mi padre es un echado para adelante y muy estudioso, así que estudió enología en Burdeos, en viajes de periodos cortos para cursos concretos. También fue a Requena y a otras zonas de España. Y conoció a muchas personas en el sector. Así es como ha alcanzado medio siglo elaborando vino. Se acaba de jubilar", concluye Beatriz.

Adriano Ochoa asentó hace un siglo los cimientos del nuevo proyecto de las bodegas que llevan su apellido. Javier construyó un prestigio y un modo de cuidar el vino durante medio siglo. Adriana y Beatriz miman las viñas para lanzar sus vinos desde Olite al futuro. Así es cómo se vive el vino en familia. Pocas bodegas pueden presumir de lo mismo.