El Feroz conseguido por la música creada para Baby, de Juanma Bajo Ulloa, se encuentra, entre otros premios cosechados, en el pequeño pero muy bien acondicionado estudio que Koldo Uriarte tiene en el Casco Viejo de Gasteiz. Libros de composición o sobre música, carteles, fotografías... se despliegan como el marco perfecto para los instrumentos y herramientas tecnológicas que le sirven al creador de Araia para dar rienda suelta a sus diferentes facetas profesionales.

¿De dónde saca tiempo porque entre el músico, el productor y el compositor, está Koldo Uriarte que no para?

–(Risas) La verdad es que nos cuesta organizarnos a los tres. Es una de las peores cuestiones de mi trabajo. Compaginar todo es especialmente difícil en ciertos momentos. Y desde que fui padre, todavía un poco más complicado. Pero bueno, al final estás cosas se solucionan madrugando más y durmiendo menos.

Además de darle de comer, que no es poco hablando de cultura y el mundo laboral, ¿qué le da la música?

–Por una parte, es un trabajo. Y eso, en ocasiones, es lo más duro de esto porque tienes que coger proyectos que igual no te motivan tanto. No es lo habitual, pero a veces hay que hacerlo. Por otra, es una necesidad, por lo menos para mí. Desde que la descubrí de pequeñito, ya no he dejado de hacer música. Al principio era con un txistu, tocando melodías con ocho años. Así hasta hoy. Si un día tuviera que dedicarme a trabajar en otra cosa, seguiría haciendo música. Es mi medio de vida, pero si no lo fuera, seguiría presente porque, insisto, es pura necesidad. Me ayuda a conocerme, a estar bien, a ordenar mi cabeza, a vaciarme y a expresar un montón de cosas que con palabras no sé decir. De hecho, mi problema es que ahora ya casi me expreso mejor con música que hablando (risas).

Le mencionaba antes lo del mundo laboral y la falta de estabilidad dentro de la cultura. ¿Usted la ha conseguido?

–Ojalá pudiera hablar de estabilidad. Sigue habiendo altibajos de trabajo. Es verdad que uno se termina por acostumbrar y aprende a llevar esos momentos. Terminas sabiendo cómo prepararte cuando tienes más trabajo para afrontar cuando hay menos. Sí, igual dentro de ese contexto, hay cierta estabilidad, porque consigo vivir de la música sin depender de la enseñanza, que no es poco. Pero es una profesión que nunca va a ser del todo estable. Para empezar porque dependes de cuándo otros te van a dar trabajo.

Pero si hoy se encontrase con un tal Koldo Uriarte estudiando como usted lo hizo, en el Conservatorio Jesús Guridi, le diría...

–Estoy en contacto con estos chavales. El año pasado, por ejemplo, estuve dando unos cursos de improvisación. A veces pienso que cada vez están las cosas más complicadas para dedicarse a la música. Pero también creo que esto es muy fácil: si realmente les gusta, les llena, lo único que les puedo decir es que intenten tirar por ese camino. No sabemos cómo va a ser el futuro. El presente no es fácil, pero quién sabe. Por ejemplo, tengo en mente un chico que está ahora estudiando en Alemania, que está haciendo piano y cosas de composición. Le va muy bien realmente. Igual en determinado momento le habría parado los pies, pero luego ves que, en realidad, hay muchos caminos. Más allá de eso, a esos estudiantes les diría que aprendan bien inglés porque es una forma de abrirte más vías en este campo. A partir de ahí, si es algo que te llena y en lo que crees, adelante.

Por cierto, hablando de cuestiones laborales, la música de ‘Baby’ y todos los premios y reconocimientos que vinieron con la película, nominación a los Goya incluida, ¿trajeron más trabajo o...?

–Supongo que cada caso será diferente, pero en lo que respecta a mí, lo que noté es que dejó de venir trabajo precisamente. Quizá fue algo casual y no tuvo nada que ver con los premios, pero sí que se dio la circunstancia de que estaba trabajando mucho, incluso en el inicio de la pandemia, pero fue venir los premios y el pequeño, y parar. Por lo menos, me pude coger la baja paternal, que pensaba que no iba a ser posible. Es verdad que todavía no habíamos salido de la situación sanitaria, y aquello coincidió con el hecho de que se atrasaron muchos proyectos y de que también tocar en directo estaba complicado. Luego, eso sí, fue al revés y empezó a llegar un montón de trabajo, aunque no sé si eso ha estado relacionado con ese momento de tanta exposición. Ojalá hubiera tenido más incidencia, la verdad.

¿Quién está más activo ahora: el músico, el compositor o el productor?

–Ahora mismo, el compositor. Tengo música para publicidad, para un documental y para un proyecto de arreglos para orquesta. Supongo que de cara al verano, el pianista empezará a pedir paso y quitarse un poco el óxido de las articulaciones (risas).

¿Y su grupo Kapland?

–Está un poco en stand by porque Alex Piñeiro –cantante– fue a vivir a Inglaterra y eso hace que sea un poco más complicado trabajar. Puedes hacer cosas a distancia pero a nosotros nos gusta trabajar frente a frente. Pero fíjate cómo son las cosas porque en medio de este parón, vino un director desde Madrid para hablar de un cortometraje, diciéndonos que quería música de Kapland en su producción. Él tenía una idea y quería que esta idea la vistiera Kapland. Le contamos cómo estaban las cosas, que era una forma educada de decirle que no, pero Fernando Bonelli nos dijo que se traía a Alex en avión, que nos juntábamos en Vitoria dos o tres días y que hacia delante. Vale, lo hicimos. Pues resulta que Me llamabas septiembre acaba de ganar el premio del público en el festival de Medina del Campo. Vamos a ver qué pasa a partir de ahora. Ojalá encontremos formas de seguir haciendo cosas en Kapland.

También ha afrontado, en sus diferentes facetas, todo el proceso de llevar la música de Mikel Urdangarin al formato de orquesta, que ha tenido que ser un camino complicado, como mínimo.

–Complejo, la verdad. Fue un año entero de trabajo, de bastante labor que hacer, sobre todo a partir de que Bingen Mendizabal hizo los arreglos. La última fase, cuando hubo que presentar las partituras a la orquesta, fue la complicada. Además, cuando fuimos a los ensayos, como era lógico, aparecieron cosas que ajustar, sugerencias del director o de los músicos que evaluar e incorporar. Nos vino bien el hecho de que antes de grabar el disco se diera el concierto en las fiestas de Bilbao del año pasado. Nos ayudó mucho a que todo fuera más fluido. A mí sí que me supuso un poco de cortocircuito mental el ser arreglista, productor y pianista. No sé, igual ahora lo veo y pienso que tenía que haber delegado algunas funciones porque hubiera estado más cómodo en uno de los apartados. Pero bueno...

Ahora que Bingen Mendizabal se ha convertido en una película documental, ¿se ve usted en las mismas el día de mañana?

–(Risas) No, no, no creo que a nadie le interese. Pero sí tengo que decir que Bidean jarraituz me encantó. Me parece una labor muy complicada la que ha hecho Aitor López de Aberásturi. Con todo el material que sabíamos que tenía, a mí me resultaba complicado imaginar cómo iba a darle forma a todo de una manera coherente y que se hiciera ligero. Ver el resultado final ha sido una maravilla y una sorpresa total para bien. Ha encontrado un hilo conductor más allá de Bingen para construir también un retrato generacional, y todo ello de una manera muy sensible. Aitor ha reflejado muy bien a la persona y las épocas que ha vivido.

Hablábamos antes de Mikel Urdangarin pero acaba de estar en su estudio grabando nuevo disco Ángel Celada, hace pocos meses se publicó lo último de Mikel Telleria y el propio músico hablaba de usted como el gran culpable de ese trabajo, ha producido para Twin Melody... ¿Cada proyecto es diferente y, por lo tanto, así tiene que ser tratado, o al final todo es música?

–Muy diferente. Para mí lo más duro es poder meterme en la cabeza de cada uno de los artistas y conseguir sacar Koldos distintos. Soy muy ecléctico escuchando música. Pero tienes que hacer el ejercicio de pensar qué es lo que cada músico quiere, por dónde puedes llevar las cosas y qué es mejor para el conjunto. Cada vez tengo más claro que, un día u otro, voy a tener que centrarme en una dirección más concreta. Tengo la sensación de que estoy abarcando muchas cosas y a veces siento la necesidad de acotar. Ahora parece que tengo más trabajo de música para el audiovisual, cine y alrededores, y quizá esa sea una buena forma de reducir un poco el campo de acción.

No es por abrir un nuevo frente, pero ¿volverá alguna vez al teatro?

–Me encantaría. No ha vuelto a surgir pero es algo que siempre he hecho muy a gusto.

Al final, de todas las experiencias se aprende algo...

–Por supuesto. Quizás de las que no han salido tan bien. Las que salen muy bien, donde todo va fácil y fluye, igual no te suponen tanto aprendizaje como esas experiencias en las que algo no ha funcionado o no has conseguido dar con lo que buscabas.

El camino se hace desde Vitoria, un contexto que ¿cómo ve desde un punto de vista cultural? ¿Arropa para seguir o a veces incluso es un problema?

–Tiene las dos caras de la moneda. Por una parte, al ser una ciudad pequeña, parece que lo que hacemos tiene repercusión de una forma un poco más fácil. Pero, por otra, ves otras ciudades que dan más oportunidades a los creadores. En Vitoria falta, en este sentido, un poco de apoyo por parte de las instituciones. Hay veces que nos quedamos un poco huérfanos. Ves las posibilidades que hay en otras ciudades cercanas y eso te hace pensar. Hay proyectos que aquí parecen inviables pero que en otras ciudades tienen mucho apoyo.

Se va a un concierto y consigue ser espectador o...

–Tengo deformación profesional (risas). Suelo disfrutar más cosas que no entiendo tanto, como conciertos de clásico o de flamenco, por ejemplo. Pero sí, me cuesta. Además, desde que he tenido al pequeño no es fácil encontrar tiempo para ir a conciertos. Yo antes iba a todo lo que podía y más. Ahora me he hecho más selectivo, que también está bien.

¿Todavía se permite alguna locura musical o el peso que ha tomado el nombre de Koldo Uriarte ya no le permite algunas cosas por el qué dirán?

–No corro ese peligro de momento. Investigar, jugar... no lo hago tanto pero por una cuestión de falta de tiempo. De hecho, tengo cosas en mente y seguro que veo la forma. Es verdad que cada vez eres más consciente de que la gente sigue los trabajos que haces, pero no me da miedo salirme, investigar y jugar. Todo lo contrario, me encanta y echo en falta de tener más tiempo para ello.