hora son muchas más y se sienten mucho más fuertes para seguir ayudando porque la pandemia “ha disparado” el número de personas que la sufren. Por eso Goizargi Emakumeak, la asociación alavesa que integra a más de 70 mujeres de entre 24 y 74 años víctimas de violencia de género, y con la que se puede contactar a través de goizargiemakumeak@gmail.com, ha decidido que el refugio que formaron en julio de 2019 deje de actuar en la sombra para que la luz de este colectivo, cuyo nombre homenajea a la primera fémina que en Vitoria empezó a llevar un teléfono bortxa, llegue a muchas más.

Lo harán, en concreto, dándose a conocer por primera vez en sociedad. Así, siguiendo el consejo del servicio municipal de Onarpen, han programado para este 25N una serie de actos en la Plaza Nueva de Vitoria, que empezarán a las seis de la tarde. Además de la lectura de un manifiesto, en el que tratarán de sensibilizar a toda la población para erradicar esta lacra, incluirán una performance a cargo de las chicas de autodefensa feminista y bailes, como el dirigido por la capoeirista Sabine Rhade “para darnos las manos” y la coreografía de Libertad de Nil Moliner, “que tanta fuerza nos da”, y que han subido a Tik Tok un par de jóvenes que se subirán al escenario.

Una puesta de largo que supondrá un nuevo amanecer para Goizargi. “La asociación básicamente se creó por esa sensación de soledad que vivimos todas en este proceso, con lo cual nuestro principal objetivo es el acompañamiento a mujeres que quieren salir de la violencia, que han salido ya o para las que no pueden salir, para que tengan una mano amiga ahí”, explica la presidenta de esta agrupación. Ha elegido llamarse para este reportaje Sara, por temor a que su nombre real enfangue más el proceso judicial en el que lleva metida desde que hace cuatro años se separó para poner fin a esa pesadilla diaria que vivió durante 15 años, porque empezó muy joven con él, apenas rebasada la veintena.

Y los comienzos de su nueva vida no fueron nada fáciles. “Esto no se acaba llamando al 016. He salido de una violencia pero he entrado en otras: ahora mismo lo que yo vivo es violencia económica, violencia vicaria y hasta judicial porque siguen sin reconocernos como víctimas a las que no hemos puesto una denuncia... En mi caso fue psicológica y, si no tienes pruebas, es muy difícil demostrarlo. Todavía nos encontramos con un gran muro por derribar. Y aquellas que las han interpuesto pueden sobreseerles el caso. O casos en los que ha sido él condenado y que la mujer ha presentado quebrantamientos con testigos y fotos, se pueden desestimar porque él no tenía intención de hacer daño”, censura.

De ahí la necesidad de hablarlo con otras mujeres que han pasado o están pasando por ello. “En la asociación hay víctimas y sobrevivientes, pero éstas las que menos, por desgracia”, lamenta Sara.

Ella todavía no se considera superviviente, pero, como dice, desde que pronunció el hasta aquí hemos llegado, “he ganado en libertad y he vuelto a sonreír y a cantar y, sobre todo, he vuelto a ser yo. Es que cuando sales de esta anulación no sabes ni hasta lo que te gusta comer, ni cómo te gusta vestir, peinarte, ni qué aficiones tienes”.

A esta entrevista Sara viene acompañada por Laura, el nombre que ha escogido su amiga “desde que nos salieron los dientes” para que no las asocien, porque, como destacan, todavía hay mucho “estigma social” contra todas esas personas que sufren violencia social. De hecho, hay integrantes de Goizargi que mantienen contacto por el grupo de WhatsApp de la asociación que prefieren no poner su foto de perfil por temor a ser reconocidas. “Porque Vitoria, al final, es un pueblo grande”, añade Sara.

“Yo sabía que él la descalificaba todo el tiempo delante de mí. Eran cosas que para mí eran insultos, como cuando le decía que tenía un sueldo de fregona. Pero ella estaba totalmente cerrada... Ella le disculpaba todo lo que decía y hacía. Yo llegué un momento en que me ponía mala porque siempre eran frases del estilo eres una inútil. Y al final tienes una relación en la que ella siempre ha contando con que yo estaba allí, pero con distancia. Yo la veía tan anulada... Y al final las dejan tan aisladas, que su centro es él”, aclara.

“Yo misma, para no hacérselo pasar mal o para no sentirme descalificada en público, dejé de quedar con otras personas”, puntualiza Sara. “Te hace sentir tan culpable, que si te vas, acabas quedándote con él, con lo cual vas perdiéndote poquito a poco... Son gotitas, gotitas... Hasta que llega un momento en el que estás anulada totalmente. Yo me creé una burbuja, donde todo estaba feliz, y me cegué. No quería verlo. Sí que había al final situaciones en las que mis dos hijos me veían llorar, pero yo hacía de parapeto de ellos: todas las broncas, todas las discusiones eran por la noche, cuando ellos estaban ya dormidos. Él levantaba la voz y yo estaba pendiente de que ellos no se despertaran”, añade, por su parte, Sara.

Se preocupaba más de que sus dos niños no se enteraran de ello que de poner nombre a lo que le estaba pasando realmente a ella. “Al final es otra arma que tienen contra ti. De hecho, cuatro años después de haberme separado, los sigue utilizando en mi contra”, matiza. Y por mucho que se esforzara Sara, nada de lo que hacía estaba bien para él. Siempre había algo. “Yo llegué a tener todo ordenado, donde él decía. Me sentí muy identificada con la película Durmiendo con su enemigo (Joseph Ruben, 1991), cuando colocaba las latas para que se viesen las etiquetas y que, cuando ella estaba sola, las tiraba todas”, ilustra.

Si ponía música mientras cocinaba, “que por qué ponía eso”, y si no sonaba nada, “que qué triste estaba la casa”. “Y le disculpas, porque está muy estresado: porque cariño, yo no quería hacerte esto, pero me obligas, me pones de tan mala leche... Ellos siempre dan la vuelta al discurso”.

A ella le levantó la mano tres veces, “pero no la bajó. Yo creo que si la hubiese bajado, igual hubiese identificado la violencia. ¿O tal vez no? No estoy segura. Igual hasta le hubiera disculpado”.

La gota que colmó el vaso fue una reunión con amigos, “en la que empezó a descalificarme delante de ellos, sin ningún tipo de filtro. Yo llevaba tiempo intentando bajar de mi burbuja, iba tocando el suelo, porque veía que lo que había no me gustaba, pero volvía a subir... Es una forma que tenemos de protegemos para poder aguantar tanto tiempo”.

Esa misma semana decidió que se separaba. Se lo contó a su hermana, que le dijo que fuera a la Policía. Cerró así la puerta a insultos, reproches y desprecios. “La gente empezó a felicitarme. Me sorprendió ver cuántos le tenían calado. Mis padres tardaron dos segundos en abrazarme y decirme: por fin, cariño”.

¿Qué es? Es la asociación que agrupa a más de 70 mujeres alavesas que han sufrido o sufren violencia de género. Se puede contactar con ellas a través del email: ‘goizargiemakumeak@gmail.com’.

Actividades. Crea un espacio de acompañamiento y asesoramiento para otras mujeres que son o hayan sido víctimas. Para ello realiza actividades de formación, como los cursos de empoderamiento, y de sensibilización.

Presentación en sociedad. Goizargi Emakumeak empezará a darse a conocer el 25N, a las 18.00 horas, en la Plaza Nueva de Vitoria, al ritmo de ‘Libertad’ de Nil Moliner, ‘performance’, música, bailes y lectura de manifiesto.