Para el gremio de la hostelería las Fiestas de la Virgen Blanca son un pulmón enorme para el resto del año. Son fechas en las que se trabaja mucho, pero en las que, si el tiempo y las fechas acompañan, pueden hacer un buen colchón que sirva para amortiguar la bajada de trabajo en la Vitoria invernal.

Roberto Calvo y Sara Gómez Ibargutxi regentan desde hace 19 años el Bar Txistu, situado en la Cuesta de San Francisco, en una posición privilegiada en la que es imposible huir el ambiente festivo. Tampoco quieren. Les encantan las fiestas, pese a las palizas que se dan.

Este año, aunque pueden dar servicio en las 8 mesas de terraza que tienen tras la peatonalización de la Cuesta, volverán a echar de menos "el Txupinazo, las incontables horas de trabajo, las compras apresuradas porque se ha acabado algo, el estrés por cumplir con los encargos..." Porque, eso de no tener fiestas durante dos años seguidos, se les hace cuesta arriba.

En esos días en los que se veneraba a la Virgen con 6 días de fiesta son muchas las personas que pasan por su establecimiento. "Según abrimos llega la gente que sigue todavía por ahí y la que sale, luego el poteo de mediodía, algunas cuadrillas de blusas y neskas que acuden en masa antes de salir al paseíllo, y cuando nos recuperamos toca hacer bocatas y después ponernos a tope de nuevo para dar servicio a todo el mundo que acude a tomar café a la noche, que afortunadamente suele ser mucha", destacan cuando se les pide recordar cómo era su rutina en épocas de normalidad.

Saben que los blusas y las neskas suelen acaparar sentimientos encontrados, pero ellos lo tienen claro: "sin ellos/as las fiestas no son lo mismo. Dan color y mucho trabajo, pero con nosotros siempre se portan bien, nos intentan facilitar la labor".

Sus ratos para disfrutar de las fiestas son escasos, pero sí que buscan algunos huecos para poder hacerlo fuera de la barra. "Cuando el trabajo baja un poco, solemos hacer el paso de paloma: buscamos una mesa por la Kutxi, nos sentamos allí y durante un rato tomamos algo viendo la gente pasar, saludando y repitiendo muchas veces que en un rato volvemos a la barra cuando la gente te dice que a ver qué haces ahí".

Cuando sus hijos eran más pequeños, una visita a las barracas era obligada alguno de los días, y ahora, si algún concierto les interesa mucho, hacen por ir, aunque reconocen que las Fiestas de la Blanca para ellos se desarrollan en un radio pequeño: "el del Casco Viejo".